lunes, 22 de noviembre de 2010

Comprender los problemas éticos y ontológicos derivados del Vitalismo (El ideal estético y el superhombre)


El tema central de esta filosofía es la vida humana, uno de sus mas destacados representantes es el filósofo Friedrich Nietzsche. Nació el 15 de octubre de 1844 en la ciudad de Röcken, Alemania. A los cinco años quedó huérfano de padre, viviendo en un ambiente femenino al lado de su madre, hermana y unas tías. Siempre tuvo problemas de salud; en sus últimos años llegó a perder la razón y estuvo internado en una casa para enfermos mentales.

Algunas de las personalidades que directamente o indirectamente influyeron en él, como estudioso fueron: Ritsche, profesor de la Universidad de Bonn y Leipzig; Arthur Schopenhauer, cuya obra filosófica Nietzsche conoció y leyó con verdadero entusiasmo; Erwin Rohde, gran conocedor de la cultura de los griegos de la Antigüedad, y Richard Wagner, músico, compositor y dramaturgo alemán (1813-1883), a quien conoció y admiró, pero también de quien quedó fuertemente decepcionado hacia el año de 1876 por considerar que en la obra wagneriana hay pompa nacionalista y un resurgimiento y exaltación de los temas, principios y valores cristianos más decadentes.

Incluso hace pública su ruptura con Wagner y el wagnerismo en 1877, y escribe Ecce homo, que describe como un ataque al crucificado, es decir, a los valores y principios de la cristiandad, motivo por el cual se había sentido decepcionado con el músico alemán.

Hacia 1873 y 1875 comienza a padecer fuertes dolores de cabeza y crisis nerviosas que lo obligan a un retiro forzado para descansar en Sorrento Baden, y otras ciudades que visitó posteriormente por problemas de salud. Por ejemplo, en una clínica psiquiátrica de Jena se le diagnosticó parálisis cerebral.
Vivió sus últimos años en compañía de su madre y su hermana, y murió en la ciudad de Weimar, en casa de su hermana Elizabeth, el 25 de agosto de 1900, a la edad de 55 años.

Entre las principales obras de Nietzsche podemos mencionar las siguientes: El origen de la tragedia (1872), Humano, demasiado humano (1878), La Gaya ciencia (1882), Más allá del bien y del mal (1886), y Así hablaba Zaratustra (1887), publicada en español con el titulo Así habló Zaratustra.

Nietzsche pretendió impulsar los valores de la vida en oposición a todo aquello que la pretenda negar. En ese sentido, se opuso al racionalismo y al cristianismo, ya que la razón controla y reprime al instinto como impulso vital básico de nuestras vidas, mientras que el cristianismo exalta valores como el sacrificio, la abnegación, el sufrimiento, el amor incondicional al prójimo, etc. Nietzsche consideraba que la moral cristiana sólo es una moral de gente débil, una moral de esclavos y lo que hay que impulsar es una moral de amos, de señores; una moral de los fuertes, no de los débiles. En la moral de los fuertes se impulsa la vida, la salud, la fuerza, el orgullo, es decir, un espíritu humano noble y sano; la cristiandad y sus valores, según Nietzsche, promueven lo opuesto y por ello deviene en una moral decadente.

Nietzsche propuso eliminar los valores cristianos, pues en la cultura occidental han hecho demasiado daño al igual que la razón. En consecuencia, también se manifiesta contra Dios o cualquier principio trascendente como el fundamento, origen y fin de la moral. Nietzsche declara la muerte de Dios había muerto, o que deberíamos declarar su muerte, pues este ser supremo se presenta como el tirano que con la imposición de sus valores de humildad, amor y sumisión destruye los verdaderos valores de la vida humana. Dios reprime y destruye, anula la voluntad de poder.

Según el autor El origen de la tragedia es necesario rechazar la hipocresía cristiana, y cultivar nuestra voluntad de poder. En la medida en que lo hagamos así, estaremos superando a esos hombres comunes y cultivando al verdadero hombre, al Superhombre, es decir, al hombre crecido y liberado por haber sido auténtico y honesto ante su libertad de poder. Cuando Dios, los dioses, o los ídolos llegan a su fin, a su ocaso o crepúsculo, el hombre crece, da pasos hacia ese fin que es el Superhombre; pues estos hombres comunes que ahora somos, no somos más que una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, y somos una cuerda que está sobre el abismo.

En general, la Filosofía de Nietzsche es de carácter anti-racional; él es un pensador que bien puede clasificarse como irracionalista. a demás de vitalicia. En su filosofía, la esencia o aspecto más significativo de la vida está en la voluntad de poder. Esencia que es un instinto fundamental de vivir, un apetito o de ansia de vivir que encuentra su freno en la razón.

Así, por ejemplo, los individuos cuya vida se desarrolla con la mayor intensidad pasional o instintiva, los menos racionalmente reprimidos son los que están más próximos a la vida ideal en el sentido nietzscheano. Y los menos intensos, lo social e individualmente más reprimidos por la razón, serían los más alejados. En ese sentido, por ejemplo, el adolescente que se opone consciente o inconscientemente a la normatividad socioracional que pretende atraparlo o asimilarlo a su servicio, es una especie de héroe anónimo nietzscheano. El adolescente común ni siquiera sabe como, pero quiere vivir y en ese afán va contra todo obstáculo, racional o no. Desfoga su voluntad de poder con una fuerza casi animal, pero asimismo, y con frecuencia, se hace trizas ante los muros, pasadizos y cautiverios de la racionalidad socialmente organizada.

Las grandes personalidades, los hombres y mujeres selectos, los héroes, generalmente han explayado su vida dando ”rienda suelta” a su voluntad de poder. En oposición están esos hombres y mujeres masa, esclavos del sistema racional de vida que no se atreven a ir en contra de la normatividad. Aquellos son como señores, éstos como esclavos.Aquellos dispuestos a irrumpir, a transgredir el orden; empeñados en hundirse en la subordinación y en los prejuicios.

Para Nietzsche, la vida es la realidad básica, por ello su filosofía implica un vitalismo. El hombre se encuentra con que le han dado la vida de un modo gratuito, sin hacer nada para conseguirla. Pero una vez que la posee, él se constituye en exclusivo dueño de su vida, y el único responsable. Todo lo anterior para que el hombre sienta verdadero apetito de vivir y considere la vida como el supremo valor. Por consiguiente, el ansia de vivir no se funda en ningún otro valor distinto de la propia vida; nada tiene valor sino en subordinarse; se vive para y por la vida, siendo ella su único fin.

En otras palabras, para Nietzsche la vida ideal estaría significada por la ausencia total de represiones o “ataduras”, que obstaculicen nuestra voluntad de poder. Ello se ha dado en los grandes hombres y mujeres, y como por oposición denigrante, inhumanamente no se ha dado en los esclavos, mediocres o pusilánimes que arrastran una vida de sombras y no de verdaderos hombres o superhombres.

La vida ideal será la del superhombre (concepto que más adelante precisaremos). La vida ideal implica encauzarnos hacia el ideal estético, que consiste en dar la satisfacción adecuada y plena a nuestros sentidos. Así, Nietzsche fomenta y recuerda el culto de los griegos de la Antigüedad a Dionisio y Apolo. Lo dionisiaco y lo apolíneo, son constitutivo de la vida ideal. Esto no quiere decir que Nietzsche estuviera proponiendo el resurgimiento de una antigua mitología o religión, sino que simplemente indica que la satisfacción plena y estética de nuestra percepción, tendría semejanza con la que lograban los báquicos o dionisiacos en sus fiestas, en oposición a la resignación y callado dolor del sufrido cristiano, del crucificado que desaparece apareciendo Dionisio, metafóricamente hablando.

Por otra parte, ese ideal estético de satisfacción plena culmina con lo apolíneo, con lo bello, armonioso y esplendoroso. Al estilo del dios Apolo de la mitología griega, Dionisio y Apolo son elementos de semejanza que se incluyen en lo que para Nietzsche es el ideal estético humano del superhombre.

Concretamente, ¿qué respuestas encontrarían en la Filosofía de Nietzsche a los problemas éticos, gnoseológicos y ontológicos?

jueves, 18 de noviembre de 2010

EL MATERIALISMO DIALÉCTICO


Carlos Marx (1818-1883) y Federico Engels (1820-1895) son considerados como los creadores de esta filosofía que también se conoce como Marxismo, aunque de hecho ni Marx ni Engels usaron el término “materialismo dialéctico” para designar propiamente su filosofía; sin embargo, se le ha llamado así por el sentido y tipo de respuestas que dan a los problemas ontológicos, gnoseológicos y éticos. Por ejemplo es muy curiosa y famosa la anécdota que nos cuenta que en una ocasión el propio Marx contestó muy molesto, que él no tenía nada de Marxista.

A la filosofía de Marx y Engels, se le ha llamado Materialismo Dialéctico, precisamente por el carácter de su respuesta al problema ontológico, al problema de las relaciones entre el espíritu y la materia, de las relaciones entre las “cosas” materiales y espirituales; por lo general, el Marxismo considera y contesta que lo fundamental y primordial en la materia. Es decir, que a fin de cuentas y en el fondo, todos los fenómenos y procesos del mundo se reducen y explican como productos del desarrollo y transformación de la materia. En el fondo de todo de cualquier “cosa”, incluida la vida humana, lo que vamos a encontrar es la materia y sus leyes de desarrollo conforme la ciencia lo explique.

En este sentido, al Marxismo se le ha llamado Materialismo, porque contesta que en primera instancia es la materia y luego el espíritu; lo espiritual surgió de lo material.

En cuanto al término “dialéctico”, podemos decir que es un término que se deriva de dialéctica. Y la dialéctica básicamente significa transformación, interrelación y contradicción.

Decir que algo es de carácter dialéctico, significa que ese algo está en una constante transformación, que nunca se detiene, que está interrelacionado con todo y consigo mismo, también que está en pugna, en lucha o en contradicción consigo mismo.
Podemos pensar, por ejemplo, que mundo, naturaleza, Historia, sociedad y hombre precisamente son dialécticos porque permanentemente se transforman, están interrelacionados, y conllevan contradicciones dialécticas en-sí-mismos. Marx y Engels han expuesto que la naturaleza, Historia y hombre, el mundo en general, son de carácter dialéctico. El mundo o realidad como la totalidad de lo existente que ha habido, hay y habrá, es un conjunto de “cosas” fijas que no cambian sino de proceso es un constante desarrollo y cambio.

La Filosofía de Marx y Engels entraña un Materialismo Dialéctico, ya que para ellos todo fenómeno o proceso, cualquiera que sea su tipo, se reduce y se explica en el fondo a partir de las leyes y transformación dialécticas de la materia. En resumen: para esta Filosofía todo es materia y transformación, incluida la energía y lo espiritual, por eso se trata de un Materialismo dialéctico.

¿Cuáles son las leyes y principios más generales que universalmente “rigen” a la materia en su desarrollo y transformación? Estas leyes y principios están concentrados en lo que se conoce como Dialéctica. En este sentido, definimos a la Dialéctica materialista como “la ciencia de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano”

Las leyes de la Dialéctica Materialista, son básicamente tres:
a) Todo esta en transformación o cambio dialéctico.
(Ley universal del cambio dialéctico)
b) Todo esta interrelacionado.
(Ley de la concatenación universal de los procesos)
c) Todo esta en unidad y lucha de contrarios.
(Ley de la contradicción universal)

De estas tres leyes, la tercera es la fundamental, y digamos que de ella se derivan las otras dos. Es decir, que de la unidad y lucha de los contrarios se derivan tanto la transformación como la concatenación (interrelación) universal de los procesos.

El significado de la unidad y lucha de los contrarios (tercera Ley), nos dice que absolutamente todo proceso o fenómeno se contiene a sí mismo y a su contrario. Esto significa, por ejemplo, que lo vivo está vivo, pero al mismo tiempo está muerto, que lo negro no se concibe sin su opuesto que es lo blanco, o la luz sin lo oscuro, lo caliente sin lo frío, etcétera.

Dicho de otro modo, esta Ley indica que todos los procesos contienen en sí mismos fuerzas en pro y en contra. Fuerzas que los afirman y fuerzas que los niegan, impulsos que los hacen o construyen pero también impulsos que los deshacen o destruyen. Esas fuerzas opuestas al interior o esencia misma de cada proceso están en pugna, en lucha; y gracias a esa lucha el proceso se va desarrollando. Por ejemplo, en el fenómeno psico-social de la familia supuestamente unida hay oposición dialéctica entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas etc., y en la pugna de esas contradicciones dialécticas se desarrolla la vida familiar. Si no hubiera esas contradicciones dialécticas, no existiría esa familia. Los procesos de la naturaleza, la sociedad y el ser humano, existen, se desarrollan gracias a, y a través de sus contradicciones internas (y externas) que surgen de su unidad y lucha de contrarios.

Ahora bien, además de las contradicciones dialécticas internas, también hay contradicciones externas, es decir, que todo fenómeno o proceso también se contradice dialécticamente con otros fenómenos externos a él. En el ejemplo de la familia, digamos que sus contradicciones dialécticas externas se dan en la medida en que se afirma a sí misma y se diferencia o niega a los otros grupos o familias.

Ley de la concatenación universal de los procesos. Esta segunda ley de la Dialéctica postula que no hay un sólo fenómeno aislado sino que todos los fenómenos naturales, sociales y humanos están interrelacionados. Se plantea que directa o indirectamente todo está interconectado. Y esa interconexión se deriva precisamente de las contradicciones dialécticas externas de cada proceso. En este sentido, por ejemplo, todo estudiante además de sus contradicciones dialécticas internas de saber y no saber, conlleva a contradicciones dialécticas externas con sus otros compañeros estudiantes, o del correspondiente Colegio, las cuales quizá sean más evidentes en sus interrelaciones, interconexiones con sus compañeros inmediatos en el grupo.

Así pues todos los procesos del mundo están interconectados entre sí directa o indirectamente, todo tiene que ver con todo. Lo natural con lo social, lo social con lo humano, lo humano con lo natural. En sí, el Universo no es, según el Materialismo Dialéctico, más que un conjunto o sistema de procesos materiales que influyen los unos a los otros. Los procesos están universalmente interconectados, y la investigación científica precisamente tiene el propósito de describir y explicar esas conexiones que frecuentemente no se ven, pero que según el principio dialéctico de la segunda Ley ahí están. Los procesos están universalmente entrelazados, están en una trabazón universal, en una concatenación universal.

Ley de la transformación universal. El cambio o transformación dialéctica, es la consecuencia necesaria de la unidad y la lucha de contrarios al interior de cada proceso (tercera Ley) y las influencias mutuas entre ellos (segunda Ley). Hay que distinguir entre el cambio o transformación dialéctica, y el cambio o movimiento mecánico. El movimiento mecánico es cambio de lugar prácticamente sin transformación, y el movimiento dialéctico es fundamentalmente transformación o cambio del proceso con o sin cambio de lugar. No hay que confundir, pues, el movimiento mecánico de cambio de lugar con el movimiento dialéctico de desarrollo o transformación. Todo esta en movimiento dialéctico, pero conforme a un punto físico de referencia no todo está en movimiento mecánico. Por ejemplo, digamos que con respecto a un sistema de coordenadas o a puntos físicos geográficos de referencia, mecánicamente la gran Tenochtitlan no se ha movido del Valle de México desde su fundación en 1325; pero dialécticamente sí se ha transformado hasta convertirse, hoy en día, en la ciudad de México como una de las capitales más sobrepobladas y contaminadas del mundo.

El desarrollo y transformación dialéctica atraviesa diferentes fases, mismas que podemos identificar como Tesis o Afirmación, Antítesis o Negación y Síntesis o Negación de la Negación.

En cada fenómeno la tesis o afirmación esta representado por las fuerzas que lo construyen y que de momento no predominan, pero que pueden llegar a hacerlo; la síntesis es el momento o fase del proceso en el cual la antítesis o negación se impone a la tesis y afirmación, absorbiéndola. A esta síntesis se le llama negación de la negación, porque es el momento en que la negación supera a la afirmación, pero también se niega a sí misma pues, dialécticamente, en ese mismo momento se convierte en la nueva afirmación que va a tener otra nueva negación dialéctica.

Por ejemplo, en la familia la afirmación o tesis son tus padres, la negación –antitesis- (los hijos) eres tú y tus hermanos; en la unidad y lucha dialéctica de tus padres y ustedes se da el desarrollo y transformación de tu familia, hasta que llega el momento en que ustedes como hijos (negación) comienzan a predominar sobre tus padres (afirmación) que declinan. Pero para entonces, en la síntesis, ustedes dejan de ser negación y se convierten en la afirmación de la familia; ante la cual, por Ley dialéctica, surge una nueva negación que podrían ser tus hijos (nietos de tus padres) y “otros” miembros ajenos que se incorporen a la familia, tales como los esposos de tus hermanos o hermanas, de modo que tus hijos van a ser la negación dialéctica de la negación que fuiste tú y tus hermanos con respecto de tus padres. Y así incesantemente, pues la transformación dialéctica nunca acaba.

El método dialéctico
Cuando estas tres leyes de la Dialéctica son consideradas como un método de investigación científica o filosófica para el estudio de la naturaleza, la Historia, la sociedad o el ser humano, se denomina Método Dialéctico. Es decir, que éste está constituido por leyes y principios derivados de la Dialéctica. Efectivamente, en el desarrollo de su Filosofía materialista dialéctica, Marx y Engels aplicaron el Método Dialéctico al estudio de los problemas de la Historia, la sociedad y al ser humano, creando con ello lo que se conoce como Materialismo Histórico. Cabe afirmar que esta dialéctica, la toma Marx de Hegel, pero a diferencia de este, le imprime un carácter materialista.

a) El Problema Ético
Respecto al problema del bien y del mal moral, el Materialismo Dialéctico e Histórico también trata de rescatar al proletario. Es decir, ve a la moral como un instrumento de opresión ideológica, e intenta que en el transcurso de la liberación del proletariado este se “sacuda” la moral burguesa que lo enajena y que construya una nueva moral, una moral de los trabajadores en la cual los valores morales no sean individualistas y egoístas, sino colectivistas y socialistas. Por eso la personificación del hombre o mujer, moralmente buenos para el Marxismo, está en el compañero o compañera trabajador revolucionario que lucha por hacer justicia a los proletarios, que ha desarrollado una conciencia de clase y lucha por el advenimiento dialéctico de la revolución proletaria y la construcción del Socialismo y Comunismo. “Bueno” es lo que favorece la evolución, “malo” lo que la obstruye. En una comparación que a caso parezca inadecuada, digamos que la dimensión y dignidad moral del revolucionario, para la ética marxista, equivale a la del santo en la ética cristiana.

b) Problema Gnoseológico
La teoría Marxista del conocimiento concede gran importancia a la praxis como factor que incide en el proceso de construcción del conocimiento. El conocimiento se elabora a partir de la interacción del sujeto, el objeto, y la sociedad, de manera que lo que conocemos del mundo y sus procesos, está dialécticamente determinado por el contexto histórico-social, nuestras capacidades personales y la estructura misma de los procesos o fenómenos a conocer. En el proceso del conocer vamos de lo práctico a lo concreto (experiencia sensible), a lo abstracto (concepto), y otra vez dialécticamente a lo concreto.

Dialécticamente hablando, la unidad y lucha de los contrarios en el proceso del conocimiento se da como un enfrentamiento entre lo concreto sensible y lo abstracto inteligible, proceso incesante, a través del cual vamos desarrollando nuestros conocimientos, tanto individual, como socialmente, pues todo conocimiento adquiere su verdadero status en la práctica social, es decir, cuando ya ha sido aplicado en la actividad laboral (práctica social) para la satisfacción de necesidades sociales concretas.

La categoría de praxis. Como hemos indicado el marxismo le da una gran importancia al concepto de practica social, frente a sus antecesores Marx destacaba que “los filósofos se habían limitado a interpretar el mundo de distintos modos, pero de lo que se trataba era de transformarlo” tal afirmación es el punto de partida de lo que se llama una filosofía de la praxis, entendiendo por ello la actividad consciente y objetiva que el hombre desarrolla para transformar su realidad.

Como señala el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, para llegar a una correcta concepción de la praxis es necesario superar su sentido idealista como una mera actividad de la conciencia humana o suprahumana para situarnos en una actividad material del hombre como un ser social y transformador; así mismo, es necesario rebasar su sentido inmediato e ingenuo propio de la conciencia ordinaria, pues “la teoría de la praxis revolucionaria exige la superación del punto de vista natural, inmediato, que adopta la conciencia ordinaria del proletariado”.

“La conciencia ordinaria cree estar en una relación directa inmediata con el mundo de los actos y objetos prácticos”, no siente la necesidad de desgarrar el telón de prejuicios, hábitos mentales y lugares comunes sobre el que se proyecta sus actos prácticos; sin embargo, nos explica Sánchez Vázquez, el hombre común y corriente es un ser social e histórico, es decir, se encuentra inmerso en un conjunto de relaciones sociales y ubicado en un determinado momento histórico. Su vida cotidiana se halla acondicionada histórica y socialmente, y lo mismo puede decirse de la visión que tiene de la propia actividad práctica, de tal manera que toda acción que emprendas, por pequeña que esta sea, está comprometida, trabada con una ideología, con determinados valores, fines o propósitos.

jueves, 4 de noviembre de 2010

EL POSITIVISMO


Otra doctrina filosófica importante del siglo XIX es el positivismo. Surge en Francia en el siglo XIX como una postura filosófica derivada del empirismo, y se basa en las ciencias experimentales, las cuales lograron gran desarrollo con el apoyo de la sociedad Capitalista. Los científicos adhirieron a esta corriente, sobre todo los físicos, químicos, psicólogos y sociólogos, quienes vieron en ella la justificación de su propio quehacer.

Esta corriente trascendió en nuestro siglo, dando lugar a corriente como el Positivismo lógico y el Neopositivismo o Filosofía analítica.

El Positivismo tiene su génesis en los filósofos franceses y sus principales representantes son Saint-Simón, Augusto Comte y Herbert Spencer, entre otros; los dos últimos influyeron en la mentalidad de los filósofos latinoamericanos. En México, el Positivismo estuvo representado de manera particular por Gabino Barreda y Justo Sierra quiénes impulsaron una educación positivista con la fundación de la Escuela Nacional Preparatoria con el apoyo del gobierno porfirista.

Augusto Comte (1798-1857), es el creador o padre de la filosofía positivista cuyos antecedentes están en las ideas de su maestro Saint Simón. La filosofía comtiana se encuentra expuesto de manera sistemática en sus obras: Curso de Filosofía positiva (1829), El sistema de política positiva y catecismo positivista (1851-1854), El discurso sobre el espíritu positivo (1844) y El discurso sobre el Positivismo (1848).


El tema central de la Filosofía positivista es el que se refiere a la Ley de los tres estados que recorre el espíritu humano, pero cabe considerar que, aunque la teoría de las leyes del espíritu humano había sido ya visualizada por Pascal, tratada por Condorcet y hecha la distinción entre las tres edades por Turgot, sin embargo, sólo Comte pudo convertirla en el fundamento de un sistema filosófico. Según esta ley, el espíritu humano pasa por tres tipos de mentalidades a través del tiempo: los estados teológico, metafísico y positivo.

El estado teológico refiere los fenómenos a la acción y la voluntad de los dioses, emplea la imaginación y su descripción es mitológica. Este estado se manifiesta en tres fases: fetichismo o animismo, politeísmo y monoteísmo. En el primero todas las cosas poseen un espíritu, en el segundo son los dioses quiénes manifiestan su voluntad en las cosas y los hombres, y en el tercero todo sé absolutiza y se centra en un solo dios.

En el estado metafísico el hombre recurre a entidades metafísicas o seres abstractos para explicar los fenómenos, y dichas causas son inherentes al fenómeno: utiliza la imaginación sobre la razón, pero su explicación es inmanente al objeto.

El estado positivo es aquel en el que el hombre se atiene únicamente a los hechos conocidos por la observación y la experiencia, se vuelve relativo al objeto sin remitirse al absoluto y se opone a los estados anteriores.

Los tres estados pueden coexistir, pero siempre predomina uno de ellos en la época y en los pueblos, por ello la ciencia suplanta y reduce a falsos los demás estados, pues lo único verdadero es la ciencia. La Ley de los tres estados queda demostrada por tres procedimientos mentales que el hombre utiliza en la comprensión de la realidad: la inducción, la analogía y la demostración.

Por la inducción, tanto la Historia como la Sociología demuestran que el hombre es un ser que evoluciona en diferentes planos, y en el intelectual se manifiesta como tal ley.

Por analogía, todo hombre pasa por los tres planos según su edad: niñez, juventud y madurez.

Por demostración, si el estado positivo es definitivo y perfecto, supone la existencia de los estados anteriores que le preceden.

En el estado positivo el ser humano se atiene al conocimiento obtenido a partir de la observación científica

La Filosofía positiva Para Augusto Comte significa la síntesis de los conocimientos y utiliza el calificativo de positiva para quitarle el resabio metafísico. De la misma manera, aplica el sentido de lo positivo como lo real, lo útil, lo cierto, lo preciso, lo orgánico y lo relativo.

El Positivismo es una forma de empirismo porque no admite otra fuente de conocimiento que no sea la experiencia sensible externa y niega que la introspección sea un método científico, porque considera a la conciencia como una facultad orgánica que es incapaz de autoconocerse y de reflexionar.

Por otra parte, según el positivismo la Filosofía es la síntesis de las verdades adquiridas por las diferentes ciencias: es la ciencia general que organiza los conocimientos de las demás ciencias. Comte afirma que el conocimiento científico tiene por objeto los fenómenos y sus leyes. Las leyes científicas constituyen en sí mismas fenómenos, hechos generales, en tanto que establecen relaciones constantes entre los fenómenos.

La ciencia renuncia así al conocimiento de causas (conocimiento metafísico), ya que éstas no son de ninguna manera datos de la experiencia. En este sentido, la Ciencia es relativa, en oposición a la Teología y a la Metafísica, las cuales estudian lo absoluto. La Ciencia es un conglomerado de conocimientos perfectibles que progresa constantemente en función de los nuevos conocimientos científicos.

A juicio de Comte, Filosofía tiene la tarea de clasificar a las ciencias, puesto que éstas no son independientes sino subordinadas unas a otras según el nivel de simplicidad de su objeto y la generalidad de sus leyes. De ahí que a mayor simplicidad y abstracción del conocimiento corresponda a una mayor generalización en sus leyes. Por esta razón, una ciencia inferior depende de la superior, de tal manera que la clasificación de las ciencias- que va de lo más abstracto y simple a lo más concreto y complejo, además de seguir un orden lógico, sigue un orden cronológico.



De esta manera, en primer lugar están las Matemáticas, en segundo la Astronomía, en tercero la Física, en cuarto la Química, en quinto la Fisiología y, por último la Sociología culmina y corona el conocimiento científico, pues la diferencia entre los animales y el hombre es el progreso social; la célula social es la familia que representa a la sociedad elemental.

El método que emplea la Sociología es igual al de las Ciencias Naturales, por ello se le llama Física Social (termino creado por Augusto Comte). Emilio Durkheim desarrolló las reglas del método sociológico afirmando que los hechos sociales son cosas y, como tales, es necesario aplicar la observación como en la Física. En este sentido, la vida social es natural para el hombre y las condiciones de la sociedad son las instituciones y las funciones. Las instituciones son las condiciones objetivas (familia, lenguaje, etc.), mientras que las funciones son las condiciones subjetivas (fuerzas sociales, autoridad, religión).

Acorde con todo lo anterior, la evolución es un progreso y en el plano de la actividad el progreso surge de la industria mientras que en el plano moral el progreso sustituye el egoísmo por el altruismo. No hay derecho, sólo deberes y esto es el altruismo: todo para los demás, pues el deber es amor.

La problemática planteada por Comte responde a la necesidad de buscar el reconocimiento de las Ciencias Sociales y, como puedes apreciar, la Filosofía positiva constituye el fundamento y justificación del rango científico de las mismas. El Positivismo es la respuesta a la problemática que plantea la falta de justificación y legitimación del sistema capitalista, por lo que se constituye en la filosofía del mismo con el lema: “Orden y Progreso”, con su reclamo de partir de “lo dado o de los hechos y concomitante rechazo a la metafísica”.

miércoles, 27 de octubre de 2010

2.2. CONTRASTAR LAS TESIS FUNDAMENTALES DEL CRITICISMO Y DEL IDEALISMO.



EL CRITICISMOLa Filosofía moderna se caracteriza por su reflexión sobre la ciencia y el método con la intención fundamental de crear las bases de la nueva ciencia. En el inicio de esta época surgieron dos corrientes filosóficas conocidas como Racionalismo y Empirismo. A través de sus posturas intentaron justificar el conocimiento científico por medio de la razón o la experiencia; sin embargo, la etapa de madurez del pensamiento moderno surge con el Criticismo que pone en duda la posibilidad misma de la ciencia con el afán de encontrarle un fundamento.

a) Dogmatismo, Escepticismo y CriticismoLa Corriente Crítica tiene sus antecedentes en la oposición entre el Dogmatismo y el Empirismo. El dogmatismo aceptaba como un hecho innegable la existencia del conocimiento, atribuyendo al intelecto la posibilidad de un conocimiento sin límites, mientras que el escepticismo negaba toda posibilidad de un conocimiento objetivo y racional. Ambas posturas parten de la formulación del problema del conocimiento, como si fuera posible conocer con verdad las cosas que nos rodean.

Muchas veces habrás escuchado a algunas personas decir que no existen fronteras para la ciencia y que cualquier problema, por más difícil que sea, puede ser explicado científicamente; pues bien, dichas personas son las que profesan el dogmatismo. De igual manera, otras personas suelen afirmar que el ser humano nunca podrá conocer con verdad y certeza las cosas, pues lo que para unos es verdadero para otros es falso, de acuerdo con la experiencia personal de cada uno, lo que dificulta poder comprender lo que los demás tratan de comunicar por medio del lenguaje y que no permite llegar a un acuerdo en lo que se conoce de las cosas; estas personas se encuentran dentro del Escepticismo.

El Criticismo surge como una nueva forma de tratar el problema del conocimiento aceptando el hecho de que conocemos, pero dudando del alcance del mismo. ¿Qué podemos conocer? Este cuestionamiento implica que existe algo en el objeto que puede ser conocido, pero a la vez, algo que no puede ser conocido, por lo que el problema de la posibilidad del conocimiento se transforma en el de los límites del conocimiento.

El Criticismo deja asentado que los seres humano son capaces de conocer, pues si se adopta un escepticismo radical, la negación del hecho de conocer es contradictoria, puesto que dicha afirmación sería imposible hacerla, ya que si se niega que se conoce ¿cómo es posible conocer que no se conoce?; de igual manera, el hecho de que existe el conocimiento no asegura que todo lo que existe pueda ser conocido y, todavía más, que sea verdadero objetivamente todo conocimiento, pues la experiencia nos muestra que muchas veces los conocimientos son erróneos.

El principal representante del Criticismo fue Emmanuel Kant, filósofo alemán que nació en Könisgsberg (Prusia) en 1724 y murió en la misma ciudad en 1804. Su vida fue sencilla y metódica, consagrada a la Ciencia y la Filosofía. Las obras principales en las que expresó sus ideas filosóficas centrales fueron Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio. En ellas hace un tratamiento de los problemas del conocimiento, de la ética y de la estética.

b) Racionalismo y EmpirismoEmmanuel Kant vivió en los momentos más álgidos de la Modernidad y fue influido por el Racionalismo, el Empirismo y por la Física de Isaac Newton, la cual tomó como modelo para toda ciencia. Igualmente la obra de Juan Jacobo Rousseau, así como la religión pietista repercutieron en su ética.

El Racionalismo tiene su origen en el campo de las matemáticas y sus representantes René Descartes (1596-1650) –filósofo francés- y Guillermo Leibniz (1646-1716) – pensador alemán-, desarrollaron teorías matemáticas de gran trascendencia. A René Descartes corresponde el mérito de ser el creador de la Geometría Analítica y a Guillermo Leibniz el de la creación –junto con Newton- del cálculo infinitesimal. El Empirismo se derivó del área de las ciencias naturales, siendo sus principales representantes Francis Bacon (1561-1626) y David Hume (1711-1776).

La polémica que se entabló entre el racionalismo empirismo no sólo se dio por la procedencia de la teoría sino, también, por la ubicación geográfica de los pensadores. El Empirismo tuvo su mayor auge en Inglaterra (Gran Bretaña), mientras que el Racionalismo se dio en el continente, en Francia y Alemania. Ambas posturas representaban las tendencias económico-políticas de los países donde se desarrollaron.

En Francia se organizaba el movimiento cultural y social inspirado en la Ilustración que culminaría en la Revolución con el triunfo de la burguesía, promotora de cambios radicales en la conformación de la República, lo cual repercutió en el desarrollo de la producción económica y su impacto en el mercado. En Inglaterra se gestaban una serie de cambios en las fuerzas productivas gracias al recurso de la aplicación de la ciencia y técnica en la producción económica, hecho conocido como Revolución Industrial, con cambios en el sistema político. Sin embargo, ambos se encontraban arraigados en una ideología liberal impulsada por la burguesía que buscaba las condiciones óptimas para el desarrollo de una nueva forma productiva: el Capitalismo.

La burguesía continental inicia sus revoluciones con las insurrecciones alemanas ideológicamente impulsadas por el luteranismo y el calvinismo, movimientos religiosos surgidos como reformas protestantes del Cristianismo, los cuales postulaban una moral de libre examen e independiente de la normatividad de la jerarquía eclesiástica del catolicismo romano, igualmente la burguesía inglesa basó gran parte de su lucha en la ética protestante rompiendo los lazos con la católica.

Es la época de los nacionalismos y del abandono de las estructuras políticas medievales con la acumulación del capital y el mercantilismo. Estas condiciones histórico-sociales van a estar presentes en las expresiones filosóficas de los pensadores de este periodo y de modo particular en Emmanuel Kant (1724-1804) y Guillermo Federico Hegel (1770- 1831).

c) La nueva cienciaLa nueva ciencia abandonó los cánones y métodos de la ciencia medieval. Por ejemplo, Galileo Galilei consideró que la realidad es materializable y, por tanto, expresable en fórmulas matemáticas precisas, además de sistematizar el Método Experimental y aplicarlo en la Física. Este método se compone de un ingrediente racional y de un aspecto empírico: se observa, se postula una hipótesis, se realiza un experimento y se establece una generalización (formulación de leyes) La forma acabada del conocimiento científico se expresa en la Física de Newton, razón por la cual Kant la consideró el modelo general de toda ciencia.

La química y la biología adoptan la experimentación como método para adquirir el rango de ciencia, abandonando las ideas del esoterismo en el que se habían refugiado para sobrevivir.

El gran adelanto alcanzado por las ciencias naturales permite la reflexión profunda sobre la posibilidad de
la ciencia; Kant tuvo la agudeza e ingenio suficientes para hacerlo.

jueves, 21 de octubre de 2010

2.1. Caracterizar el contexto histórico cultural europeo de los siglos XVIII y XIX



Con el análisis de las filosofías entraremos propiamente al siglo XIX. En este periodo se consolida en forma plena lo que hemos denominado modernidad. Las ideas del Renacimiento y de la Ilustración llegan a su máxima expresión. Los hallazgos científicos y técnicos son notables.



Para poner algunos ejemplos: en 1800 Alejandro Volta inventa la pila eléctrica y en 1828 Barlow construye el primer motor eléctrico. En 1815 Mac Adam inventa el revestimiento de carreteras con guijarros que llevan su nombre. En 1816 se construye la primera lámpara de seguridad para mineros y en 1823 la primera vía férrea para transporte de carbón.



En el ámbito social y como herencia de la Ilustración se desarrolla una importante doctrina política y económica conocida como Liberalismo que tiene como antecedentes las filosofías de autores como Locke, Mostesquieu, Condillac y Rousseau entre otros. El liberalismo venia a romper definitivamente con la filosofía trascendentalita y escolástica que privaba en la edad Media dentro de la cual el hombre se preocupaba por alcanzar la felicidad eterna en los confines de otra vida. Como expresión de la modernidad el Liberalismo como doctrina práctica persigue el bienestar y la riqueza en esta vida.



Surge, en lugar del hombre religioso, el homo ecomonicus. Un teórico importante del liberalismo económico fue Adam Smith (1772 1823) “de familia sefardí, prototipo del homo ecomonicus” era hijo de un agente de bolsa, profesión a la que se dedica él mismo. Tuvo en sus actividades éxitos prácticos no menos brillantes que el éxito teórico de sus estudios y cuenta con más títulos que nadie para ser considerado fundador de la moderna ciencia económica.



Entre las ideas básicas de Adam Smith figura la que sostiene que el trabajo del obrero es una de las cosas que se compran y se venden, su precio será aquel que permita que la fuerza de trabajo subsista y se perpetué. En realidad las teorías económicas de Smith tienen como trasfondo la actuación imprescindible de la clase obrera que irrumpe en este siglo así como su drástica confrontación con la burguesía con la clase capitalista, confrontación que le permitirá a Marx formular su famosa teoría Lucha de clases.



En lo que respecta a las filosofías que se generan este siglo XIX, vemos surgir, después de Kant un pensamiento metafísico que, paradójicamente, retoma algunos postulados, algunos aspectos de la filosofía crítica y que cobran expresión en el idealismo alemán representados por filósofos como: Fichte, Scelling y Hegel (1770-1831).



Con este último como veremos la metafísica del idealismo y el pensar racionalista alcanzan la cima de su evolución. Podemos decir que el idealismo absoluto de Hegel significa el más grande intento de entender el cosmos, en su aspecto natural y cultural, a partir de la dinámica del espíritu racional, empleando para ello el llamado método dialéctico.



Pero así como surgen corrientes francamente idealistas y metafísica como la de Hegel también se desarrolla en este siglo doctrinas que reaccionan contra todo tipo de pensamiento especulativo o metafísico, como es el caso del positivismo iniciado por el francés Augusto Comte (1798-1857), filosofía que va a reclamar un saber riguroso fundado en la observación, recurso utilizado por las ciencias positivas (física, química, biología) cuyos progresos eran evidentes en esta época, en fin, otras filosofías representativas de este siglo XIX son sin duda, las llamadas “Filosofías de la vida y de la Historia”. La filosofía que reflexiona sobre estos temas son de suyo muy variadas: desde el existencialismo de Sören KierKegaard preocupado por rescatar la existencia concreta y autentica del hombre hasta Dilthey, padre del historicismo y, desde luego, Federico Nietzsche con su filosofía vitalista por cierto con la muerte de este filosofo y autor de “Así habló Zaratrusta”, acaecida en 1900 concluye el siglo XIX.

lunes, 18 de octubre de 2010

UNIDAD 2


2.1 LA ILUSTRACIÓN
La Ilustración es una de las distintas corrientes que se dieron en la época moderna, esta corriente llena todo el siglo XVIII y también se le conoce como Iluminismo o época de luces porque en efecto, intento iluminar, aclarar o ilustrar todo por la vía de la razón, superando el dogmatismo y aquellas ideas que no sean compatibles con la ciencia y con la racionalidad. En este periodo surge una filosofía optimista que tiene gran confianza en la razón para organizar la vida y la sociedad en beneficio de la humanidad.

La ilustración se origina en Inglaterra dentro del ambiente de tranquilidad que surge después de un período revolucionario, de Inglaterra pasa a Francia donde se radicalizó más, repercutiendo en las principales ideas que asumirá la revolución francesa La Ilustración francesa es concebida por muchos como una crítica al cristianismo o mezcla de hostilidad que toma a la Iglesia como enemiga de la razón propugnadora de la intolerancia. La Ilustración francesa presenta diferentes facetas, desde el deísmo de Voltaire y Diderot, al ateísmo de Holbach y el materialismo de Cabanis.

Los filósofos franceses del siglo XVIII se caracterizaron por su enemistad hacia el sistema político existente dando, como ya mencionamos, pie a la Revolución y al establecimiento de la democracia burguesa, aunque llevados por la defensa de la razón, considerada como el mejor instrumento para entender el mundo del hombre.

Oponiéndose a la Edad Media, los filósofos de la Ilustración pretendían formar una nueva cultura. Ellos creían en el progreso marcado por el desarrollo de las ciencias, influidos por el pensamiento inglés (Locke y Newton). Los ilustrados estaban convencidos de que el mejor camino era la observación que remite a los fenómenos y nos permite acceder al conocimiento de las leyes y causas de los mismos para, después llegar a principios universales que les posibiliten examinar los hechos. O sea que aceptaban un empirismo a demás de un racionalismo Dicho empirismo derivó, en algunos casos, en un positivismo, por lo que no creían en una metafísica al estilo medieval sino en una racional que sintetizaba los resultados de las ciencias empíricas.

Algunos de estos filósofos reflexionaron acerca de lo fisiológico y lo psíquico del hombre, hasta llegar a un materialismo; intentando desarrollar una ciencia del hombre al estilo de la Física de Newton además de separar la Ética de la Metafísica y de la Teología –desde el Idealismo ético de Diderot hasta el Utilitarismo de la Mettrie-; al mismo tiempo otros pensadores sostenían un deísmo, como Voltaire cuando sostenía:

“si Dios no existiera habría que inventarlo precisamente en bien de la armonía moral de la sociedad”.

Otra característica de estos pensadores es que no eran propiamente profesores de Filosofía en las universidades sino que se dedicaban a otras tareas de actividad científica, puesto que la Filosofía no era por entonces una profesión académica.

Citemos a continuación algunos pensadores representativos de la Ilustración:

Pierre Bayle (1647-1706) fue quien más influyó en la preparación de la Ilustración. Sostenía que el hombre era un ser racional y autónomo que no necesitaba de creencias religiosas para desarrollar una vida virtuosa. Montesquieu (1689 – 1755) aplicó el método inductivo para entender los fenómenos sociales y encontrar los principios del desarrollo histórico. Esto se manifiesta en su obra Del espíritu de las leyes, donde sostiene que las condiciones ambientales influyen en el carácter de los pueblos; afirmó la existencia de una ley moral natural anterior a toda ley positiva y propuso que la libertad humana es limitada por las leyes; que la libertad política implicaba la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial para actuar como contrapesos unos de otros con el fin de evitar el despotismo y el abuso tiránico del poder.

Esta obra se inspiró en el sistema inglés y pretendía adaptarlo al sistema francés para corregirlo. Otras de sus obras fue “sobre las causa de la grandeza y decadencia de los romanos”, donde observa que el auge de las naciones se basa en la libertad política.

Este pensador influye notablemente en la preparación la Ilustración sostenía que el hombre es un ser racional y autónomo que no requiere de creencias religiosas para llevar una vida honesta y virtuosa, su ética, entonces, prescinde de la religión, Escribió un voluminoso diccionario histórico y crítico, donde hace una aseveración muy fuerte a la filosofía tradicional, o sea a la que se da en la edad Media.
Considera que los dogmas religiosos son incompatibles con los conocimientos que brinda la razón y la ciencia. Además Bayle sustentaba ideas liberales ya que defendió la separación de la Iglesia y el Estado, abogando por la tolerancia, principio sostenido por los filósofos de la Ilustración.

Voltaire, cuyo nombre original fue Francoise Marie Arouet (1694-1778), sostenía la existencia de Dios puesto que al observar la naturaleza se podía inferir la existencia de un creador inteligente, aunque rechazaba la existencia del alma espiritual por considerarla una hipótesis metafísica innecesaria para cubrir nuestra ignorancia; sin embargo, sostenía la existencia de una libertad de indiferencia y una espontaneidad; siendo la primera el resultado de nuestra volición cuando no hay algún motivo que incline a la voluntad, producto de la comprensión o del instinto.

La voluntad está encausada, sin embargo los actos libres se dan cuando se tiene la oportunidad de hacerlo o no. Por lo que se es libre cuando se tiene el poder de llevar a cabo la acción que se deseaba. Pero este determinismo no descarta la existencia de una ley moral entendida como conciencia de la necesidad, pues existen leyes naturales conforme a las cuales actuamos los seres humanos en todo el mundo, ya que Dios nos ha dado ciertos sentimientos que dan origen a las leyes fundamentales de la sociedad humana.

Por otra parte, este filosofo francés, se muestra como defensor de la libertad política pues creía en la existencia de los derechos humanos, mismos que el Estado debía respetar. Dicha libertad correspondía a la libertad del pensamiento y de expresión. Voltaire se reía de la igualdad que proponía Rousseau pues consideraba que el pueblo siempre seguiría siendo ignorante. Creía en la monarquía Ilustrada defendida por los filósofos de la época, la cual debería ser tolerante y benévola, brindar las condiciones de libertad acabando con el poder de la Iglesia y sustituir el dogma y la superstición por la Ilustración; no propugnaba una revolución social sino una reforma del sistema de gobierno, por lo que el progreso significaba acceder al reino de la razón, al progreso intelectual, científico y económico, pero no político.

Claude Adrien Helvetius (1715-1771) fundó una teoría utilitarista de la moralidad donde sostenía que las virtudes son las acciones útiles al público y acordes al interés general, por lo que la norma de moralidad es el interés común. El modo de implantar el interés común es la educación, pero ésta no se puede lograr por la existencia de la imposición del clero y por el hecho de que los gobiernos son imperfectos o malos, lo que conlleva a resquebrajar el poder del clero y a reformar el sistema de gobierno mediante una legislación adecuada.

Aunque se tiene la idea de que la ilustración exalta la razón; sin embargo, son las pasiones y los sentimientos controlados por la razón los que impulsan el progreso. Recordemos que el progreso, la libertad y la confianza en la razón humana son las ideas principales que se dan en la Ilustración.

Juan Jacobo Rousseau (1712- 1778), es sin duda una de las grandes figuras, más importantes de la Ilustración. Sus principales obras son: “confesiones” de carácter autobiográfico; “Discurso acerca del origen y fundamento de la desigualdad entre los hombres” “ la nueva Eloisa”, “Emilio o de la Educación” y "el contrato social”, obra que va a repercutir considerablemente en los teóricos del liberalismo y en los pensadores y caudillos de la Independencia en Latinoamérica.


El pensamiento de Rousseau contrasta con el de sus contemporáneos ilustrados ya que fue uno de los primeros en criticar la racionalidad inclinándose por los sentimientos, los que considera la parte más noble del ser humano. De acuerdo con ello sostiene una concepción originaria y natural de la vida, una vuelta ala naturaleza. Para Rousseau el hombre es bueno por naturaleza y lo que llamamos “civilización” es lo que nos aleja de la propia naturaleza desvirtuándonos y pervirtiéndonos. Por naturaleza entiende el pensador Ginebrino, una vida sencilla, pura, no contaminada por los convencionalismos sociales. Su doctrina política esta plasmada en “El Contrato Social”, su obra más conocida e importante; piensa que la sociedad es un convenio o pacto que se establece entre los hombres. La voluntad general que surge por procedimientos democráticos, es el origen de la soberanía y de las leyes; los gobernantes no deberán tener poderes absolutos como sucede en las viejas monarquías, sino que pueden ser removidos por los ciudadanos cuando éstos no cumplen con su cometido. Así, cada ciudadano no debe ser solo objeto, si no también sujeto de poder.

Por otra parte el autor del contrato social considera que es preciso reformar la vida social conforme a un principio de igualdad jurídica y de libertad personal(idea esencial del liberalismo que se desarrollara en el siglo XIX). Tales reformas solo serán posibles mediante la educación. Este tema, el de la educación, es abordado por Rousseau en otra de sus obras importantes: “ Emilio”, donde una de sus ideas es la formación del niño a partir del respeto a la naturaleza pues “todo sale perfecto de las manos del autor de la naturaleza”, sin embargo todo se degenera o deforma por la intervención del ser humano creando artificios que desvirtúan la espontaneidad y frescura que reina en la propia naturaleza.

jueves, 7 de octubre de 2010

7. Contrastar las tesis fundamentales del racionalismo y del empirismo.


Acordes con esos grandes cambios de la Revolución filosófica-científica y tecnológica desarrollada en los siglos XV, XVI y XVII, en el plano de la Filosofía en general y de la Gnoseología, Epistemología o Teoría del conocimiento en especial, se van a ir sucediendo una serie de discusiones respecto del problema del conocimiento. Es decir respecto del tradicional problema epistemológico de ¿Cuál es el origen y fundamento del conocimiento humano? Se irán vertiendo a lo largo de todos esos años, diversos puntos de vista. Los cuales en general, bien podemos agrupar en dos grandes vertientes o corrientes de pensamiento epistemológico, que serán las del Racionalismo y la del Empirismo.

Diversos pensadores van a considerar, sin excluir a una u otra facultad humana, ya sea al entendimiento humano o la percepción sensible, que lo primordial es la razón, racionalistas, o que lo primordial es la experiencia sensible, los empiristas. Esta llamada “polémica” o discusión extrema respecto del fundamento y origen mismo del conocimiento, se encuentra en la base y fundamento mismo de la Ciencia, la Filosofía y el paradigma de la época moderna.

Quizás lo más significativo de esta llamada “polémica”, radica en el hecho de que indirectamente vino a sustituir a la polémica medieval entre la Fe y la Razón. Discusión esta última que por lo general se inclina, en el período medieval, a pensar que la verdad por excelencia y la verdadera fuente del conocimiento, se encuentran en la Fe. Y aún más, que la verdad y la verdadera ciencia se encontraban el las sagradas escrituras.

Pero esa vieja polémica entre la Fe y la Razón, ya desde el inicio del paradigma de la modernidad, como decimos, será sustituida por la nueva polémica entre la razón y la experiencia, desarrollada por diversos pensadores y estudiosos, de filiación racionalista y empirista, a lo largo de todo el siglo XVI y XVII, y aún más adelante.

EL RACIONALISMO
En la época antigua la problemática central de la Filosofía fue cosmológica, ya que giraba en torno al cosmos; en la Edad Media fue antológica, giraba entorno al ser, y en la edad moderna es antropológica y gnoseológica y se mueve en torno al hombre y al conocimiento. Por consiguiente, el problema central en la Filosofía moderna es el conocimiento. Aunque es un hecho que el hombre conoce, el asunto es explicar este hecho.

¿Podemos estar seguros de lo que conocemos? ¿Existe algún camino para obtener conocimientos ciertos? ¿De qué depende la seguridad de nuestros conocimientos? ¿Cómo conoce el hombre? ¿Con qué medios conoce? ¿Qué es el conocimiento? ¿Cuál es el origen del conocimiento? ¿Cuáles son los límites del conocimiento?

Se considera a René Descartes (1596-1650) el padre de la Filosofía moderna y, por lo tanto, antecedente de lo que conocemos como modernidad en Filosofía, en razón de la influencia posterior que ejerció sobre el pensamiento moderno y de las deformaciones que de sus teorías se derivaron. “Descartes es ciertamente uno de los hombres más responsables de la andadura y de la fisonomía de la era moderna que puede encontrarse particularmente caracterizada por... (la) cientificidad de la vida”

En sus obras se ocupa reiterativamente de los mismos temas: la duda universal, el método universal, el materialismo universal y la ciencia universal, el cogito, las ideas, el alma, Dios, el cuerpo y el mecanismo físico y biológico. Entre éstas destacan: El discurso del método, Meditaciones metafísicas, Reglas para la dirección del espíritu y Principios de la Filosofía.

La originalidad de Descartes consistió en pretender deducir con rigor lógico matemático toda la Filosofía y toda la realidad a partir de una idea innata. El intento cartesiano, o de Descartes, será racionalista e individualista, pretenderá proceder solo, sin ayuda de nadie, sin maestro, sin libros, sin la experiencia del pasado, recurriendo únicamente a su propia razón, a su razonamiento intuitivo: “Mi propósito es levantar el edificio de mis ideas y de mis creencias sobre un cimiento exclusivamente mío.”

Afirma haber tenido una intuición o visión. Sonó con una ciencia “universal” que abrazaba todas las cosas en una perfecta unidad específica. En esa “extraña intuición” se encuentra en germen la totalidad del racionalismo cartesiano. En vez de un conjunto de ciencias diferentes con su propio grado de inteligibilidad, abstracción, principios, métodos y certeza, englobó toda en una sola ciencia universal De todo el conocimiento el matemático le parecía el único seguro y sólido: “Las ciencias matemáticas eran las que más me agradaban, por la certeza y evidencia de sus razonamientos.” Esa certeza proviene de la aplicación rigurosa de la deducción. Descartes creía que el método matemático podía aplicarse a todas las realidades, especialmente a las físicas, así que lo aplicó a todas las ciencias, dando como resultado la exitosa creación de la Geometría analítica. Estas ideas llegaron a culminar con la cuantificación de la vida. También vio a la Filosofía como un edificio en ruinas. Cuando los habitantes de una casa corren graves peligros, ya sea porque los muros están en ruinas o porque los cimientos son poco sólidos, no les queda más remedio que derribarlas para volver a edificar.

Muchas veces es mejor tirar un edificio para construir otro nuevo, que reconstruir y adaptar habitaciones de edificaciones hechas con proyectos, finalidades y arquitectos diferentes. Se requiere, pues, construir totalmente el edificio, más que remodelarlo; de lo contrario obtendremos como resultado una obra mal acondicionada y mal readaptada. Se trata de partir de cero, sin los estorbos y las ruinas desastrosas del pasado. La filosofía es también como un árbol, sus raíces son la Metafísica, el tronco es la Física y las ramas son las demás ciencias como la medicina, la mecánica y la moral. Es “el conocimiento perfecto de todas las cosas que el hombre puede saber, tanto de la conducta de su vida (moral), como para la conservación de su salud (medicina), y para la invención (mecánica)”.

Descartes rechazó la Filosofía abstracta: lo que se necesita es una Filosofía concreta, que sea sabiduría de la vida y del dominio del mundo. Además, ésta debe construirse sobre cimientos sólidos, inconmovibles e incontrovertibles, debe construirse sobre principios ciertos, seguros e indudables que resistan la duda del más radical escéptico. Así como Arquímedes decía “dame un punto de apoyo y moveré al mundo”, Descartes dirá “dame un punto de apoyo y reconstruiré el conocimiento del mundo”. Pero, ¿cuál es ese punto de partida? Los sentidos no, porque nos engañan.

Sólo la razón es confiable, así que podemos dudar de todo. A partir de esa “duda universal” Descartes se dio cuenta de que si duda, piensa; si piensa, entonces existe. Descartes resume en cuatro las reglas de su método:

1. Regla de la evidencia. Aceptar sólo como verdadero aquello de lo que estamos absolutamente seguros que es verdadero. Hay que desechar lo que sea dudoso, las ideas verdaderas son aquellas que percibimos clara y distintamente.
2. Regla del análisis. Dividir en las partes que sea necesario para considerar cada parte por separado.
3. Regla de la síntesis. Ascender de lo simple a lo complejo, recomponer las ideas simples.
4. Regla de la enumeración y de la revisión. Enumerar cada uno de los pasos seguidos y revisar todo para estar seguros de no cometer error, ni omitir nada. La enumeración permite comprobar el análisis y la revisión permite comprobar la síntesis.

Descartes afirmaba que en medio de la duda universal se descubría una certeza fundamental que será el punto de partida de la reconstrucción de la Filosofía y esa certeza es: “yo existo”. Descubrió que ese yo piensa, y encontró también un criterio supremo de certeza: las ideas claras y distintas, criterio esencialmente racionalista.

Tres son las ideas innatas e iniciales:
1. La idea del yo pensante o alma, la cuales la base de su psicología.
2. La idea de un ser perfecto e infinito que es Dios, y es la base de su teología.
3. La idea de la extensión, materia o cuerpo, que es la base de su física.

A cada idea clara y distinta corresponde una clase de sustancia, que es algo que puede existir por sí misma; a la idea de yo, corresponde la sustancia pensante; a la idea de ser perfecto o Dios, pertenece la sustancia increada, perfecta e infinita, y a la idea de extensión, corresponde la sustancia corporal, finita y extensa.

El hombre para Descartes es un compuesto de dos sustancias distintas: alma y cuerpo, la esencia del alma es, ser sustancial pensante. La esencia del cuerpo es ser una sustancia “extensa”. Esta visión antropológica rompe con la filosofía de Aristóteles y Tomás de Aquino, para quienes el hombre es un solo ser, una sola sustancia, la unión sustancial entre cuerpo y alma.

El cuerpo humano y los animales son como máquinas regidas por las leyes generales de la mecánica, compuestos únicamente de materia extensa. La vida se reduce a puro movimiento mecánico. Las leyes de la mecánica son las mismas que las de la naturaleza.

El racionalismo cartesiano se encuentra en el método, en el modelo o tipo de saber que pretende alcanzar, en su demostración de la existencia de Dios y en su reconstrucción deductiva, de todo el saber. Asimismo, Descartes supone que la existencia se da cuando es “necesaria” y “a esta visión de lo necesario pretende acercarse tomando como vía de acceso la razón”.

Más tarde Leibniz hablará de “verdades de razón” y distinguirá un doble orden de verdades: las de hecho y las de razón. Las primeras son contingentes, su contrario es posible, se refiere a las existencias, las conocemos a posterioridad, por la experiencia; se rigen por el principio de razón suficiente, que precisamente establece que nada existe sin razón suficiente, y necesitan demostración para reducirlas al primer principio. En cambio las verdades de razón son metafísicamente necesarias; su contrario implica contradicción y es imposible; se refiere a las esencias; las conocemos con certeza a priori, por intuición: como las verdades lógicas y matemáticas. Se rigen por el principio de la identidad según el cual todo ser es lo que es, o por el principio de contradicción, que es el principio de las verdades necesarias, según el cual de dos proposiciones contradictorias, una es verdadera y otra falsa: las verdades de razón no necesitan demostración.

Kant denominará a las verdades de razón juicios analíticos y a las verdades de hecho juicios sintéticos.

Recluido (Descartes) en la interioridad de su pensamiento (cogito) con independencia de los sentidos y de la experiencia sensible, intentará demostrar: primero, la independencia del alma (pensamiento) respeto del cuerpo (extensión), y con ello su espiritualidad e inmortalidad; segundo, la existencia de Dios; tercero, la existencia y naturaleza del mundo corpóreo. Sobre esta arbitrariedad inicial reposa toda la Filosofía cartesiana, y esta es una de las causas de su escasa consistencia.

Se opondrá a la Filosofía aristotélica y tomista, al negar que todo lo que está en el entendimiento proviene de los sentidos: “Enseñan los filósofos una máxima que es de funestas consecuencias. Nada hay en el entendimiento que no haya impresionado antes a los sentidos. Las ideas de Dios y del alma nunca han pasado por los sentidos.”

Descartes abordará la cuestión de Dios de manera racionalista. De su idea de Dios dependerá toda la reconstrucción racional y casi matemática del saber humano.

Lo verdadero de una cosa se identifica con el contenido en la naturaleza o concepto. Así la existencia necesaria está contenida en la naturaleza o concepto de Dios. Por lo tanto, es verdadero que la existencia necesaria está en Dios o, lo que es lo mismo, que Dios existe.

Su erróneo procedimiento consistió en pretender conocer la existencia en la idea. Conocer la existencia de Dios en la idea que tiene de lo sumamente inteligible, potente y perfecto. Su existencia es absolutamente necesaria ya que no se trata de la existencia sólo posible y contingente.

Así como en la idea de triángulo se contiene la idea necesariamente de que los tres ángulos de un triángulo son iguales a dos ángulos rectos, o sea 180°, así en la idea de los sumamente perfecto se contiene la existencia necesaria y eterna el ser sumamente perfecto “existe”.

No podemos concebir la idea o naturaleza de una cosa sin concebir al mismo tiempo sus propiedades esenciales. No podemos concebir la idea de triángulo sin que en su esencia se encuentre implícito que la suma de sus ángulos es igual a dos rectos, ni la de la esfera sin que todas sus partes disten igualmente de su centro, ni tampoco la idea del monte sin la idea de valle. En la idea objetiva de cada cosa está contenida la existencia, porque no podemos concebir nada sino bajo la forma de una cosa que existe.

La esencia de Dios incluye “necesariamente” la existencia de Dios, y que es un ser “necesario” en razón de su perfección infinita. Igual que en la esencia de triángulo están contenidas sus propiedades esenciales, en la idea de Dios o ser perfecto e infinito está contenida la existencia “necesaria”.

Creía erróneamente que al intuir la esencia de Dios intuimos necesariamente la existencia de Dios, ya que en su idea está contenida su existencia necesaria, el existir pertenece a su naturaleza verdadera e inmutable, por lo tanto, evidentemente Dios existe. Esta prueba se basa en la realidad ontológica de la idea.


Descartes demuestra la existencia de Dios con diversas pruebas:
• Por la necesidad de la idea, por ser la causa del contenido de mi idea y por ser la causa de mí ser o existencia.
• Él es la existencia por sí, ya que mi existencia viene de otro ser que es la causa del ser de todos los demás seres.

Descartes debió caer en un círculo vicioso al sostener la existencia de Dios con base en ideas claras y distintas y cuando sostiene la verdad de las ideas claras y distintas con base en la veracidad de Dios.

Las cualidades primarias, como: la extensión, la dureza, la figura, el movimiento, el reposo, la gravedad y la atracción, son la únicas que son objetivas y que se hallan en los cuerpos. En cambio, las cualidades secundarias, como el calor, el olor, el sabor y otras, son subjetivas y producto de la acción mecánica de los cuerpos.

Sobre moral Descartes escribió muy poco, excluyó de su análisis crítico de la moral las verdades de la fe cristiana. Los hombres deben comportarse como buenos cristianos y buenos ciudadanos.

Aplaza la moral. Para él es necesario tener unas cuantas reglas morales provisionales en las cuales refugiarse, mientras se construye la casa. Su moral podría sintetizarse en las siguientes máximas:

• La norma básica de conducta es evitar la inconstancia, la temeridad y adaptarse
a las leyes, usos y costumbres del país en el que se vive, algo así como “al país
que fueres haz lo que vieres”.
• Conducirme por las opiniones de los más moderados.
• Debo ser firme y resuelto en mis acciones.
• Vencerme a mi mismo y cambiar mis deseos, en lugar de pretender que el
mundo y la fortuna sean los que cambien.
• Debo someterme a la voluntad de Dios, que es un ser infinitamente bueno.
• Vivir de acuerdo con la recta razón. Las emociones (pasiones) deben ser
reprimidas y dominada por la razón. En esto radica la dignidad del hombre, con
lo cual se hace semejante a Dios.
• Debo seguir la razón sin dejarme desviar por las emociones, ni las pasiones,
como la admiración, el amor, el odio, el deseo, la alegría y la tristeza.

Descartes, al introducir el Racionalismo en la Filosofía moderna, olvidó el papel instrumental de la razón y atribuyó a ésta la función de crear la verdad. El método parecerá crear al objeto y confundirse con él.

Por Racionalismo no debe entenderse el “uso” de la razón, sino el “abuso” de la razón. Se trata de “ajustar todo el nivel de la razón” para crear fácilmente una ciencia que se ocupe de las cosas inteligibles como la Matemática, “hecha a la medida de la mente”, en la que la razón deduzca totalmente las leyes de la realidad.

Esta doctrina parece olvidar que el conocimiento es un todo resultante de los sentidos y el entendimiento, y que en la vida intervienen las fuerzas de la voluntad y no sólo el entendimiento. Asimismo, para el Racionalismo la verdad se encuentra completamente del lado del sujeto, no nace del contacto vital con la realidad del objeto, la verdad nace de principios auto-evidentes de la propia razón. La realidad de la cosa e dudosa y no podemos conocerla.

La verdad no es dada por la evidencia o intuición del objeto real sino que se nos ofrece como sabiduría angelical que se basa formal y principalmente en la autoridad de Dios. Su orden es estrictamente teológico: se procede de Dios a la criatura, se trata de deducir de los atributos de Dios las primeras leyes del movimiento. Su física es una transposición indebida de la teología.

La influencia de Descartes será decisiva en la modernidad, pues las ciencias tenderán al modelo soñado por él. Se tenderá a alcanzar un conocimiento cierto, seguro, inmutable, universal, necesario, firme, establece, perfecto y capaz de resolver todos los problemas y dudas de manera deductiva como proceden las Matemáticas.

Concretamente, al aplicar este ideal de ciencia al derecho, surge el Racionalismo jurídico que florecerá en los siglos XVII y XVIII con el membrete de Escuela “Clásica” del Derecho natural. Un nombre impropio porque en realidad el verdadero jusnaturalismo es el de Aristóteles, el de algunos juristas romanos, el de Tomás de Aquino, y las escuelas que de ellos se desprenden entre las cuales se encuentra la de Salamanca, con De Vitoria a la cabeza.

La “jurisprudencia de conceptos” será también eminentemente racionalista: “se preconizó así la formulación de una serie de conceptos que descubriera esa naturaleza lógico deductiva que procediera a través de las conexiones sistemáticas entre los conceptos y las proposiciones, a obtener unas conclusiones adecuadas respecto de las premisas de que en cada trato se tratara.” Entre otros filósofos racionalistas del derecho están Grocio, Pufendo, Leibniz y Kelsen.

El Racionalismo jurídico, a consecuencia de su método y de su visón limitada del conocimiento, ve al derecho sólo como un orden o sistema racional e inmutable. El derecho es asunto de coherencia lógica, no de valores o justicia. Igualmente conduce a graves errores, fatales en el campo de las relaciones humanas; un orden jurídico injusto conduce a graves errores, fatales en el campo de las relaciones humanas.

Un orden jurídico injusto podría ser derecho, sólo bastaría con que fuera racional, coherente o lógico. Lo real es sustituido por un sistema ideal, el orden racional adquiere valor sólo por sí mismo y no importa su correspondencia con la realidad.

Deductivamente, el racionalista obtiene conclusiones a partir de axiomas, juicios o principios evidentes, sin preocuparse de confrontarlas con la realidad. La realidad debe ser así; nuestras deducciones son válidas porque son el resultado de la correcta aplicación de las leyes de la lógica.

El Racionalismo acierta cuando utiliza y propone a la razón para encontrar racionales de la realidad. Es así como debe construirse el conocimiento. Creemos que la razón puede obrar benéficamente para la reforma general que es tan necesaria, pero ante todo requiere curarse a sí misma de los errores de origen cartesiano.

Una visión parcial del conocimiento de la Ciencia y de la Filosofía conduce a una metodología trunca también y a un conocimiento parcial de la realidad, tal es el caso del Racionalismo, como hemos visto, por ejemplo, en el Racionalismo jurídico y del Empirismo como veremos en el Empirismo jurídico.

Ninguno de los dos, ni el Racionalismo ni el Empirismo, han podido explicar
integralmente el fenómeno del conocimiento, sino que han dado origen a métodos
insuficientes al proporcionar conocimientos muy limitados de lo real. Es cierto que en algunos campos el Racionalismo ha tenido cierto éxito, particularmente en la Lógica y la Matemática, pero en otras áreas del conocimiento sus resultados son un tanto desalentadores, especialmente en las Ciencias Sociales, como la ciencia del Derecho, la Ciencia Política, o la Psicología.



















El Empirismo
¿La mente humana es realmente distinta de los sentidos o éstos deben identificarse con ella? Esta pregunta que se ha planteado el hombre durante muchos siglos, se vincula con otras, como por ejemplo: ¿Cuál es el origen de nuestras ideas y cómo se pueden clasificar? ¿De qué depende la validez del conocimiento?

Dos alternativas se presentan como respuesta a lo anterior: una que sostiene que la mente humana es esencial y cualitativamente distinta de los sentidos; y otra, la del Empirismo, que identifica la mente humana con los sentidos, señala que entre entendimiento y sentidos no hay una diferencia cualitativa, tan sólo de grado.

Frente a los excesos racionalistas, el Empirismo intentará rescatar el valor de la experiencia de los sentidos. El único fundamento sólido de la ciencia “debe residir en la experiencia y en la observación “ Sin embargo, dicho intento será desafortunado.

Mientras Descartes afirmaba la existencia de lo sensible y lo suprasensible, Locke afirmará lo sensible y negará lo suprasensible. Berkeley negará lo sensible y afirmará lo suprasensible. Hume, por su parte, sintetizando a Locke y Berkeley, negará lo sensible y lo suprasensible. Así el Empirismo terminará negando toda realidad, y se encerrará en un fenomenismo inmanentista.

David Hume (1711-1776) llevó el Empirismo a sus últimas consecuencias: Las principales obras de este pensador inglés son: Tratado de la naturaleza humana, Ensayos filosóficos sobre el entendimiento humano, Ensayos morales y políticos e Investigación sobre los principios de moral.

La tesis central del Empirismo argumenta que las ideas tienen su origen en la experiencia y que no conocemos los objetos exteriores, sino nuestras propias percepciones, nuestras experiencias o las sensaciones que experimentamos. Los que nacen ciegos o sordos carecen de impresiones e ideas. “No podemos formarnos una idea exacta de la piña sin haberla probado.” No conocemos las causas de las impresiones, ya que será “siempre imposible decidir con certeza si provienen inmediatamente del objeto”.

Hume hizo una distinción entre impresiones e ideas: las primeras son aquellas percepciones que penetran con más fuerza y violencia en el alma, e incluye en ellas todas las sensaciones, pasiones y emociones, en tanto las segundas son las imágenes débiles, son impresiones debilitadas; entre la idea y la impresión sólo hay una diferencia de grado. Asimismo dividió las impresiones y las ideas en simples, aquellas que no admiten separación ni distinción, y en complejas, que pueden ser distinguidas en partes o elementos más simples.

Hume, igual que los demás empiristas, rechaza la existencia de las ideas innatas. Todo lo que está en el entendimiento proviene de los sentidos.
Las ideas universales son representaciones particulares que nacen de la costumbre, que la mente asocia y designa con un mismo nombre común. Nuestros conocimientos son el resultado de asociar elementos simples, impresiones o ideas.

Hume atacó tanto el principio de casualidad como la sustancia. Dichos ataques parecen en el fondo ir en contra de las verdades necesarias del Racionalismo; él dice que no hay verdades necesarias. Para Hume no fue exacta la definición cartesiana de sustancia, según la cual “es algo que puede existir por sí”, ya que la sustancia cae fuera de nuestra experiencia: la sustancia es una ficción, un nombre común producto de la costumbre psicológica de asociar las impresiones.

Tampoco tenemos una intuición del yo, a la manera como lo creía Descartes, tan sólo tenemos sensaciones o percepciones, pero eso no significa que intuyamos una “sustancia simple” o “yo” (como diría Descartes). Dicha sustancia cae fuera de la experiencia, de la relación casual, extrapola el orden de la experiencia.

El espíritu es como un teatro en el que cada percepción aparece, desaparece, pasa y repasa en movimiento escénico continuo, sin que conozcamos en realidad el teatro en que son representadas las escenas. Sólo tenemos una serie de percepciones, imaginamos que el alma o la sustancia es la causa que las sustenta. Percibimos las escenas pero no conocemos en sí el teatro.

Hume niega también la legitimidad del principio de causalidad, ya que –dice- no tenemos una intuición o percepción sensible de la relación y conexión necesaria entre causa y efecto.

El principio de causalidad, que se expresa de la siguiente manera: “todo lo que empieza a existir debe tener una causa de su existencia”, ni es evidente ni puede demostrarse analíticamente.
La experiencia sólo nos muestra dos objetos o fenómenos: A y B (causa y efecto), y nuestra mente establece una relación necesaria por una mera costumbre, en virtud de una tendencia subjetiva de asociar A con B, pero en realidad no existe tal vínculo, el nexo es producto de un hábito psicológico.

No podemos afirmar, por ejemplo, que entre el fuego y el calor exista una relación causal. Tan sólo tenemos dos impresiones, una visual del fuego y otra táctil del calor. Tenemos la percepción de dos hechos, pero no de su nexo necesario. Por lo tanto, es ilegítimo hablar de una relación causal, pues eso equivale a salir del ámbito de la experiencia.

Parece que Hume confundió principio de causalidad y ley causal. Resulta esclarecedora la distinción entre ley causal (que pertenece al campo de la Física) y “principio de causalidad” (que pertenece al campo de la Metafísica).
Afirma Mauricio Beuchot que el principio de causalidad se conoce en cuanto se conocen los términos de causa y efecto y no a partir de ellos. El nexo se capta al mismo tiempo que se realiza la abstracción, se induce en el proceso mismo de la abstracción. La formulación correcta del principio de causalidad es “todo ente contingente tiene una causa,” ya que, aunque la causa es antecedente, no todo antecedente es causa.

La causa no sólo es eficiente, sino que también es formal, material y final. Hume solamente se ocupa de manera muy restringida de la causalidad eficiente. Sin la causa formal no puede explicarse la conexión necesaria que brota de la esencia del ente.

El principio de causalidad incluye los siguientes principios: el ente contingente tiene en sí la causa formal propia o su forma intrínseca; el ente contingente se constituye a semejanza de una forma ejemplar o idea objetiva; el ente mudable supone un sujeto mudable; el ente que actúa lo hace por fin, y el ente contingente es eficientemente causado.

El carácter abstractivo del conocimiento del nexo del principio de causalidad incluye un componente de inducción. Este principio puede obtenerse del principio de razón suficiente y éste a su vez del principio de identidad. Entonces, contrariamente a lo que decía Hume, sí hay una captación y demostración del principio de causalidad.

La destrucción humana del principio de causalidad será de terribles consecuencias para la Ciencia, la Metafísica, la Teología, la moral y el Derecho.

La moral tendrá que fundarse en el sentimiento; al no poder fundarse en Dios al que no podemos conocer, ni en la razón que sólo aprecia los hechos y sus relaciones, tampoco podrá fundarse en verdades eternas ni en normas universales y necesarias.

Define a la moral como la “ciencia de las reglas que hay que seguir para conseguir el bien y la felicidad mediante la práctica de la virtud”. El código de reglas morales debe establecerse a partir de la naturaleza humana, la cual es la misma para todos los hombres.

Hume afirmaba que un acto es bueno cuando es útil y nos proporciona gozo, y es malo cuando es inútil y nos proporciona dolor. Tenemos un instinto moral, natural y práctico, por el que apreciamos lo bueno y lo malo. Los juicios morales se fundan en el sentimiento. Por consiguiente, la aprobación o desaprobación general de nuestros actos por parte de la humanidad es lo que los hace virtuosos o viciosos.

La virtud es “aquella acción o cualidad mental que da a quien la ve un sentimiento agradable de aprobación”. El vicio, por el contrario, es una cualidad mental que da a quien lo ve un sentimiento desagradable de desaprobación. De la misma forma divide las virtudes en útiles, para el prójimo y la comunidad o para nosotros, y en desagradables para nosotros mismos o para otros.

La ética del empirista inglés fracasó al no lograr fundamentarla y justificarla
racionalmente. El Empirismo no es capaz de explicar plenamente el fenómeno del conocimiento humano, su teoría del conocimiento le ha conducido a una metodología trunca igual como sucedió con el Racionalismo.

Lo que no ha entendido desde sus orígenes el Empirismo es que epistemológicamente, para tener impacto en el mundo del conocimiento propiamente humano, los hechos deben ser tamizados (es decir, abstraídos, ordenados en sistema y valorados) por las potencias del entendimiento. A decir verdad, esta es la crítica que dirigió Kant contra el Empirismo de Hume: los datos sensoriales por sí mismos no son experiencias; para serlo requieren de la actividad organizadora del pensamiento, la cual los unifica y da sentido.

Por ejemplo, en el campo jurídico el Empirismo pretende explicar el derecho proponiendo diversas clases de hechos; los diversos tipos de Empirismo jurídico reducen el derecho a distintos tipos de hechos; el voluntarismo jurídico reduce el derecho al mandato de la autoridad competente; La escuela Histórica del Derecho, a un hecho histórico; el sociologismo jurídico, a un fenómeno social; el Marxismo, a un hecho económico, y el Positivismo escandinavo a un hecho psicológico.

Todas estas visiones del Derecho son teorías truncas y parciales, incapaces de entender plenamente lo que es verdaderamente del Derecho, confundiendo la validez jurídica con la validez empírica.

Confunden también el hecho con el Derecho y no descubren cuándo y cómo algo merece llamarse Derecho. No obstante, el Empirismo jurídico aporta información muy valiosa para explicar el derecho. Lo mismo sucede en otros campos del saber humano, los hechos enriquecen nuestra visión de la realidad.

Desgraciadamente el Empirismo desvirtúa la experiencia y la inteligencia, lo que le impide explicar adecuada e integralmente el conocimiento humano. Tanto el Empirismo como el Racionalismo son concepciones modernistas, cuya influencia se prolonga hasta nuestros días.


viernes, 24 de septiembre de 2010

6. La Filosofía Política.


¿La política debe sujetarse a normas morales? ¿La moral debe subordinarse al Estado o por el contrario éste debe subordinarse a la moral? ¿La política y la moral son independientes? ¿El fin justifica los medios?

Originario de Florencia, Italia, Nicolás Maquiavelo (1469-1521) es uno de los escritores más representativos del Renacimiento, y se le considera como uno de los iniciadores de la ciencia política moderna. El deseo más ferviente de este político e historiador era resucitar la República romana que en ese momento se encontraba dividida y se preguntaba constantemente ¿cómo hacer para que Italia se convierta en un Estado fuerte y unido como lo era la República romana, o al menos como lo es España o Francia? Para lograr su fin debía sacrificarse todo sin importar los medios, pues lo verdaderamente importante era lograr un Estado unificado y fuerte.

Era imprescindible eliminar la prudencia, la Ética, la Metafísica y la Teología del mundo de la política, y postular la doctrina de la fuerza. Esa fuerza que era necesaria para establecer, consolidar y sostener la dictadura del gobernante, del poder del gigante estatal o Leviatán.

Tales tesis son expuestas principalmente en sus dos obras más conocidas: El príncipe y Los discursos sobre la primera década de Tito Livio, esta última de carácter histórico, por la cual se le atribuye a Maquiavelo la función de la historiografía moderna.

Añoraba ese gran modelo de buen gobierno que fue la República romana, su maravilloso sistema de frenos y contrapesos, la concertación, colaboración y alianza de los tres principios de gobierno: la monarquía representada por el consulado, la aristocracia por el Senado y la democracia por los tribunos.

La recíproca independencia y dinámica confrontación de estos poderes serían una garantía para los ciudadanos. Maquiavelo creía que éstos eran los ingredientes que habían hecho grande y potente a la República romana. Pero aunque para Maquiavelo la tesis ideal era la República, se decidió por la hipótesis desesperada y pesimista del principado despótico y tiránico.

En su obra más famosa, El Príncipe, abordó la cuestión de “cómo obtener y conservar el poder” -que en el fondo es el problema de la reconstrucción del nuevo Estado italiano ocupándose además de la soberanía del “Estado”.

A Maquiavelo se le atribuye la fundación de la Ciencia Política empírica moderna. La política se desarrolla con leyes propias ante las cuales es en vano revelarse; el objeto específico de estudio de la Ciencia Política moderna es precisamente el “Estado”. Afirma en El Príncipe que él se ocupará de lo que en realidad es la política más no de lo que debe ser. Pretende conocer lo que realmente es la política, anteponiéndose a la realidad efectiva. Sin embargo, no puede decirse que su obra haya sido propiamente científica, a lo sumo se puede señalar que fue uno de los precursores de la Ciencia Política positivista moderna.

Maquiavelo trata de estudiar al Estado como lo había un biólogo, buscando descubrir las leyes que rigen su nacimiento, su desarrollo y su muerte. La Ciencia Política estudiará el mejor de los regímenes políticos, su proceso legal, cómo se produce, se conserva y mantiene por la fuerza. El método que utilizó para ello es una especie de empirismo y racionalismo práctico que consistía en la observación directa, guiada por el sentido común y la astucia. Maquiavelo cree que la vida humana está determinada por dos factores: La virtud y la fortuna.

El príncipe debe saber aprovechar la fortuna y aplicar su destreza. También debe reconocer las regularidades que se dan en las situaciones históricas. Su crudo empirismo y su naturalismo animal son la raíz de su política de fuerza, de su autoritarismo y totalitarismo. Pero no se contenta sólo con codificar la práctica política habitual, como algunos han dicho. Además toma partido, juzga, aconseja, aprueba o desaprueba.

¿Cómo debe actuar el gobernante para obtener y conservar el poder?

Según Maquiavelo, el gobernante debe ser más temido que amado, porque los hombres son ingratos, simuladores, cobardes e interesados; los hombres son siempre malos por naturaleza, por eso hay que ganárselos o suprimirlos. Debe ser como la fiera más dañina, ya que vive entre lobos. Igual que Plauto, cree que el hombre es lobo del hombre, igual que Calicles, cree en la ley del más fuerte.

El príncipe debe gobernar con la potencia de la bestia y la inteligencia del hombre. Fuerte y pérfido, debe ser mitad hombre y mitad bestia, como el centauro que es la mezcla de hombre y caballo, debe tener la fuerza del león y la perfidia de la zorra: Siendo, pues, necesario que un príncipe sepa servirse bien de la bestia, debe, entre las bestias, escoger al zorro y al león, porque ni el león puede defenderse de las trampas, ni el zorro de los lobos. Zorro hay que ser, por tanto, para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos. El príncipe debe sacar ventaja del lobo, de la violación de los tratados, de la traición, del crimen, de la mentira, del engaño y de la adulación.

Mientras que los premios deben darse con cuentagotas para que se disfruten más, el castigo debe hacerse rápido, pronto, de ser posible de golpe, para que no se sienta tanto. Cuando sea necesario, no hay que dudar en someter al país a un baño de sangre. Maquiavelo concibe a la política como un arte y, aunque en lo individual mantiene intacta la ética cristiana, en el terreno de la política propone: un “arte” que necesita hacer uso del mal para contrarrestar el mal, es un arte cuya obra es el Estado, el artista es el gobernante, el príncipe o el político.

La política considerada como una técnica o arte pertenece al dominio del producir, más que del hacer. Es un arte liberado de la ética, en oposición a la filosofía aristotélica, para la cual la política era esencialmente una conducta ética. Así como el escultor modela el mármol, así el político modela el poder o el Estado. La moralidad está en el pueblo, pero no en el príncipe. Su visión es contradictoria e inmoral. Asimismo, como los valores morales no pueden aplicarse en política, se extirpan por completo. El artista de la política debe aprender a ser malo, a estar por encima de la moral, su arte es supramoral.

Su tesis puede expresarse en el enunciado: “el fin justifica los medios” y como el celo por el Estado lo devora, el fin es la construcción del Estado. La perfidia y la crueldad son medios que se justifican para alcanzar el fin primario y absoluto que es el crecimiento y conservación del Estado. Más que el bien común, lo que importa es el poder, el cual parece identificarse con el bien común. Maquiavelo afirma que es el “bien lo que hace grandes a las ciudades”, lo que importa es la prosperidad y grandeza del Estado. La moralidad es inmolada a favor del bien político.

Con Maquiavelo la técnica o arte político supramoral adquiere teóricamente pleno derecho o arte político supramoral y se convierte en normas y reglas plenamente justificadas. Esta es la realidad y la verdadera moralidad del hombre político, esa es la ley de la política. Lo que hace Maquiavelo es tener conciencia del hecho, reconocerlo, aceptarlo y sancionarlo como algo normal. La inmoralidad política es un hecho normal porque lo político es esencialmente amoral. He aquí una de las más graves contradicciones latentes en su pensamiento, en el cual se percibe un desgarramiento interior: una ética cristiana en lo individual y un arte político en lo social, arte en el que lo importante es la eficacia “racionalmente calculada”.

Con tal de que no se hunda el barco y siga navegando, tira todo por la borda y afirma que por su propia naturaleza la política es inmoral, amoral o supramoral. La política de fuerza existió y existirá antes y después de Maquiavelo, “en múltiples ocasiones los príncipes y los conquistadores no vacilaban en hacer uso de la mala fe, de la perfidia, de la falsedad, de la crueldad y del asesinato; en fin, cometer todos los crímenes de que es capaz la carne y la sangre del hombre, para llegar al poder, éxito y satisfacer su codicia y ambición”.

Sin embargo, antes de Maquiavelo el crimen no se había elevado a nivel de norma, y los gobernantes por lo menos tenían razones para sentirse culpables y con remordimientos de conciencia. A partir del florentino estas razones parecen desaparecer, al menos teóricamente. Después de él los malos políticos podrán suponer que cumplen con su deber como artífices y dirigentes políticos y harán a un lado o pondrán entre paréntesis sus convicciones morales importando sólo el engrandecimiento del Estado.

Aunque no puede culparse a Maquiavelo por las acciones de los gobernantes, muchos de ellos se han inspirado en sus teorías, desarrollándose una corriente de pensamiento y estilo de gobierno denominada “maquiavelismo”. Maquiavelistas fueron: Enrique VIII e Isabel, Federico el Grande, Catalina de Rusia, Talleryand, Hitler y Mussolini. También existen algunas ediciones de El Príncipe comentadas por Napoleón. Mussolini escribió un prefacio para una edición de El Príncipe, y Hitler decía que El Príncipe era un libro indispensable para todo hombre político, que era como una purga del espíritu, ya que este libro le había liberado de ideas falsas y de prejuicios. Sólo entonces comprendió lo que era realmente la política, le abrió los ojos.

Las tesis de Maquiavelo, que implicaban esencialmente el uso “racional y artístico” del mal, serán sustituidas por el uso del mal y la fuerza, de modo altamente “irracional” de inteligencias vulgares, brutales, salvajes y nada “artísticas”. Gobernantes y gobernados se hundirán en una “ética putrefacta, que llama bien al mal y mal al bien, y que constituye el maquiavelismo común de nuestros días”. Muchos son los comentarios que se pueden hacer a la teoría maquiavélica, señalaremos algunos brevemente:
• El maquiavelismo tiende a la larga, por su propia dinámica, a destruir al cuerpo político, conduce a la autoaniquilación y tiende a corromper a todo el cuerpo social.
• En cambio, la justicia y la moral son la salud y el bienestar del cuerpo social.
• Así como la medicina lleva salud y vida al cuerpo a través de la sangre, así el veneno o el mal es causa de la enfermedad de todo el cuerpo, aunque éste se introduzca a través de un pequeño punto de la piel.
• De igual forma la civilización carga y paga las faltas y errores del pasado; sufre o goza, se daña o se beneficia, se cura o se enferma, mejora o empeora, se contamina o se mantiene sana.
• Una auténtica democracia o comunidad de hombres libres se funda en la justicia y el derecho, que es totalmente incompatible con el maquiavelismo. Esto lo tuvo muy claro De Vitoria.
• Si comparamos las tesis de Maquiavelo con las De Vitoria, resalta la verdad de las tesis de este último, quien fue ilustre maestro de la Universidad de Salamanca, en España.
• Entre el derecho, la justicia y el bien común por un lado, y la perfidia, la fuerza y la ambición de poder, por otro, sin duda habría que optar por lo primero.
• Dice don Antonio Gómez Robledo que es sobre los principios de De Vitoria en los que se ha construido con espantosas peripecias el Estado y la comunidad internacional y no sobre los de Maquiavelo, del cual sus teorías han sido refutadas por las acciones desinteresadas de un pequeño e imperceptible hombre: Gandhi.
• Maquiavelo tiene una visión idealizada, estrecha y deformada de la historia y de la República romana. Cree en la ley del eterno retorno, según la cual se vuelve siempre a formas analógicas y degeneradas de gobierno.
• Al generalizar la experiencia de su época y de su país, no comprende cómo la corrupción condujo a la República a convertirse y degenerar en un imperio. No entendió que cuando se dejan de lado las virtudes y la moral en el arte de la política, se corrompe todo el cuerpo social: fue así como se corrompió la República romana.

A la larga, el Estado Maquiavélico termina siendo víctima de sus propios errores, ya que la injusticia se vuelve contra el que la comete. Así podemos constatar, al transcurrir el tiempo, que el maquiavelismo no tiene éxito, como no lo tuvieron los totalitarismos, llámense fascismo, nazismo, estalinismo.

A través de la historia hemos visto que ha habido un progreso jurídico y moral de la humanidad. La justicia y el derecho han ido impregnando la comunidad humana, muy lentamente si se quiere, contrario a lo que decía Maquiavelo, pero el autor de El Príncipe no tuvo ojos para percibir este proceso.

Con los argumentos de Maquiavelo bien puede justificarse el uso nefasto de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki o la actitud que asumieron muchos conquistadores. Maquiavelo confunde el bien con el mal, incluso parece contradecirse pues el fin nunca justifica los medios. Para que un acto sea bueno deben ser buenos la intención, el objeto y las circunstancias.

El Estado no es una simple obra de arte sino el resultado de conductas humanas que pertenecen al dominio de la Ética y el derecho, la ley moral es la misma para el individuo y para la sociedad, no hay una ley para el individuo y otra para el político.

Si el hombre es malo lo es sólo accidentalmente, pues en realidad es esencialmente bueno y perfectible. Perfectible quiere decir que puede mejorar o también degradarse, realizar actos buenos y actos malos, pero por naturaleza tiende a su pleno desarrollo, al bien.

La autoridad sólo se justifica por el bien común y el fin de la política es el bien común. En un Estado de derecho, el Estado está sujeto a la ley. Sería ilógico que el fin de la política fuera el mal común, el poder del Estado fundado sólo en la fuerza bruta no es legítimo.