viernes, 24 de septiembre de 2010

6. La Filosofía Política.


¿La política debe sujetarse a normas morales? ¿La moral debe subordinarse al Estado o por el contrario éste debe subordinarse a la moral? ¿La política y la moral son independientes? ¿El fin justifica los medios?

Originario de Florencia, Italia, Nicolás Maquiavelo (1469-1521) es uno de los escritores más representativos del Renacimiento, y se le considera como uno de los iniciadores de la ciencia política moderna. El deseo más ferviente de este político e historiador era resucitar la República romana que en ese momento se encontraba dividida y se preguntaba constantemente ¿cómo hacer para que Italia se convierta en un Estado fuerte y unido como lo era la República romana, o al menos como lo es España o Francia? Para lograr su fin debía sacrificarse todo sin importar los medios, pues lo verdaderamente importante era lograr un Estado unificado y fuerte.

Era imprescindible eliminar la prudencia, la Ética, la Metafísica y la Teología del mundo de la política, y postular la doctrina de la fuerza. Esa fuerza que era necesaria para establecer, consolidar y sostener la dictadura del gobernante, del poder del gigante estatal o Leviatán.

Tales tesis son expuestas principalmente en sus dos obras más conocidas: El príncipe y Los discursos sobre la primera década de Tito Livio, esta última de carácter histórico, por la cual se le atribuye a Maquiavelo la función de la historiografía moderna.

Añoraba ese gran modelo de buen gobierno que fue la República romana, su maravilloso sistema de frenos y contrapesos, la concertación, colaboración y alianza de los tres principios de gobierno: la monarquía representada por el consulado, la aristocracia por el Senado y la democracia por los tribunos.

La recíproca independencia y dinámica confrontación de estos poderes serían una garantía para los ciudadanos. Maquiavelo creía que éstos eran los ingredientes que habían hecho grande y potente a la República romana. Pero aunque para Maquiavelo la tesis ideal era la República, se decidió por la hipótesis desesperada y pesimista del principado despótico y tiránico.

En su obra más famosa, El Príncipe, abordó la cuestión de “cómo obtener y conservar el poder” -que en el fondo es el problema de la reconstrucción del nuevo Estado italiano ocupándose además de la soberanía del “Estado”.

A Maquiavelo se le atribuye la fundación de la Ciencia Política empírica moderna. La política se desarrolla con leyes propias ante las cuales es en vano revelarse; el objeto específico de estudio de la Ciencia Política moderna es precisamente el “Estado”. Afirma en El Príncipe que él se ocupará de lo que en realidad es la política más no de lo que debe ser. Pretende conocer lo que realmente es la política, anteponiéndose a la realidad efectiva. Sin embargo, no puede decirse que su obra haya sido propiamente científica, a lo sumo se puede señalar que fue uno de los precursores de la Ciencia Política positivista moderna.

Maquiavelo trata de estudiar al Estado como lo había un biólogo, buscando descubrir las leyes que rigen su nacimiento, su desarrollo y su muerte. La Ciencia Política estudiará el mejor de los regímenes políticos, su proceso legal, cómo se produce, se conserva y mantiene por la fuerza. El método que utilizó para ello es una especie de empirismo y racionalismo práctico que consistía en la observación directa, guiada por el sentido común y la astucia. Maquiavelo cree que la vida humana está determinada por dos factores: La virtud y la fortuna.

El príncipe debe saber aprovechar la fortuna y aplicar su destreza. También debe reconocer las regularidades que se dan en las situaciones históricas. Su crudo empirismo y su naturalismo animal son la raíz de su política de fuerza, de su autoritarismo y totalitarismo. Pero no se contenta sólo con codificar la práctica política habitual, como algunos han dicho. Además toma partido, juzga, aconseja, aprueba o desaprueba.

¿Cómo debe actuar el gobernante para obtener y conservar el poder?

Según Maquiavelo, el gobernante debe ser más temido que amado, porque los hombres son ingratos, simuladores, cobardes e interesados; los hombres son siempre malos por naturaleza, por eso hay que ganárselos o suprimirlos. Debe ser como la fiera más dañina, ya que vive entre lobos. Igual que Plauto, cree que el hombre es lobo del hombre, igual que Calicles, cree en la ley del más fuerte.

El príncipe debe gobernar con la potencia de la bestia y la inteligencia del hombre. Fuerte y pérfido, debe ser mitad hombre y mitad bestia, como el centauro que es la mezcla de hombre y caballo, debe tener la fuerza del león y la perfidia de la zorra: Siendo, pues, necesario que un príncipe sepa servirse bien de la bestia, debe, entre las bestias, escoger al zorro y al león, porque ni el león puede defenderse de las trampas, ni el zorro de los lobos. Zorro hay que ser, por tanto, para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos. El príncipe debe sacar ventaja del lobo, de la violación de los tratados, de la traición, del crimen, de la mentira, del engaño y de la adulación.

Mientras que los premios deben darse con cuentagotas para que se disfruten más, el castigo debe hacerse rápido, pronto, de ser posible de golpe, para que no se sienta tanto. Cuando sea necesario, no hay que dudar en someter al país a un baño de sangre. Maquiavelo concibe a la política como un arte y, aunque en lo individual mantiene intacta la ética cristiana, en el terreno de la política propone: un “arte” que necesita hacer uso del mal para contrarrestar el mal, es un arte cuya obra es el Estado, el artista es el gobernante, el príncipe o el político.

La política considerada como una técnica o arte pertenece al dominio del producir, más que del hacer. Es un arte liberado de la ética, en oposición a la filosofía aristotélica, para la cual la política era esencialmente una conducta ética. Así como el escultor modela el mármol, así el político modela el poder o el Estado. La moralidad está en el pueblo, pero no en el príncipe. Su visión es contradictoria e inmoral. Asimismo, como los valores morales no pueden aplicarse en política, se extirpan por completo. El artista de la política debe aprender a ser malo, a estar por encima de la moral, su arte es supramoral.

Su tesis puede expresarse en el enunciado: “el fin justifica los medios” y como el celo por el Estado lo devora, el fin es la construcción del Estado. La perfidia y la crueldad son medios que se justifican para alcanzar el fin primario y absoluto que es el crecimiento y conservación del Estado. Más que el bien común, lo que importa es el poder, el cual parece identificarse con el bien común. Maquiavelo afirma que es el “bien lo que hace grandes a las ciudades”, lo que importa es la prosperidad y grandeza del Estado. La moralidad es inmolada a favor del bien político.

Con Maquiavelo la técnica o arte político supramoral adquiere teóricamente pleno derecho o arte político supramoral y se convierte en normas y reglas plenamente justificadas. Esta es la realidad y la verdadera moralidad del hombre político, esa es la ley de la política. Lo que hace Maquiavelo es tener conciencia del hecho, reconocerlo, aceptarlo y sancionarlo como algo normal. La inmoralidad política es un hecho normal porque lo político es esencialmente amoral. He aquí una de las más graves contradicciones latentes en su pensamiento, en el cual se percibe un desgarramiento interior: una ética cristiana en lo individual y un arte político en lo social, arte en el que lo importante es la eficacia “racionalmente calculada”.

Con tal de que no se hunda el barco y siga navegando, tira todo por la borda y afirma que por su propia naturaleza la política es inmoral, amoral o supramoral. La política de fuerza existió y existirá antes y después de Maquiavelo, “en múltiples ocasiones los príncipes y los conquistadores no vacilaban en hacer uso de la mala fe, de la perfidia, de la falsedad, de la crueldad y del asesinato; en fin, cometer todos los crímenes de que es capaz la carne y la sangre del hombre, para llegar al poder, éxito y satisfacer su codicia y ambición”.

Sin embargo, antes de Maquiavelo el crimen no se había elevado a nivel de norma, y los gobernantes por lo menos tenían razones para sentirse culpables y con remordimientos de conciencia. A partir del florentino estas razones parecen desaparecer, al menos teóricamente. Después de él los malos políticos podrán suponer que cumplen con su deber como artífices y dirigentes políticos y harán a un lado o pondrán entre paréntesis sus convicciones morales importando sólo el engrandecimiento del Estado.

Aunque no puede culparse a Maquiavelo por las acciones de los gobernantes, muchos de ellos se han inspirado en sus teorías, desarrollándose una corriente de pensamiento y estilo de gobierno denominada “maquiavelismo”. Maquiavelistas fueron: Enrique VIII e Isabel, Federico el Grande, Catalina de Rusia, Talleryand, Hitler y Mussolini. También existen algunas ediciones de El Príncipe comentadas por Napoleón. Mussolini escribió un prefacio para una edición de El Príncipe, y Hitler decía que El Príncipe era un libro indispensable para todo hombre político, que era como una purga del espíritu, ya que este libro le había liberado de ideas falsas y de prejuicios. Sólo entonces comprendió lo que era realmente la política, le abrió los ojos.

Las tesis de Maquiavelo, que implicaban esencialmente el uso “racional y artístico” del mal, serán sustituidas por el uso del mal y la fuerza, de modo altamente “irracional” de inteligencias vulgares, brutales, salvajes y nada “artísticas”. Gobernantes y gobernados se hundirán en una “ética putrefacta, que llama bien al mal y mal al bien, y que constituye el maquiavelismo común de nuestros días”. Muchos son los comentarios que se pueden hacer a la teoría maquiavélica, señalaremos algunos brevemente:
• El maquiavelismo tiende a la larga, por su propia dinámica, a destruir al cuerpo político, conduce a la autoaniquilación y tiende a corromper a todo el cuerpo social.
• En cambio, la justicia y la moral son la salud y el bienestar del cuerpo social.
• Así como la medicina lleva salud y vida al cuerpo a través de la sangre, así el veneno o el mal es causa de la enfermedad de todo el cuerpo, aunque éste se introduzca a través de un pequeño punto de la piel.
• De igual forma la civilización carga y paga las faltas y errores del pasado; sufre o goza, se daña o se beneficia, se cura o se enferma, mejora o empeora, se contamina o se mantiene sana.
• Una auténtica democracia o comunidad de hombres libres se funda en la justicia y el derecho, que es totalmente incompatible con el maquiavelismo. Esto lo tuvo muy claro De Vitoria.
• Si comparamos las tesis de Maquiavelo con las De Vitoria, resalta la verdad de las tesis de este último, quien fue ilustre maestro de la Universidad de Salamanca, en España.
• Entre el derecho, la justicia y el bien común por un lado, y la perfidia, la fuerza y la ambición de poder, por otro, sin duda habría que optar por lo primero.
• Dice don Antonio Gómez Robledo que es sobre los principios de De Vitoria en los que se ha construido con espantosas peripecias el Estado y la comunidad internacional y no sobre los de Maquiavelo, del cual sus teorías han sido refutadas por las acciones desinteresadas de un pequeño e imperceptible hombre: Gandhi.
• Maquiavelo tiene una visión idealizada, estrecha y deformada de la historia y de la República romana. Cree en la ley del eterno retorno, según la cual se vuelve siempre a formas analógicas y degeneradas de gobierno.
• Al generalizar la experiencia de su época y de su país, no comprende cómo la corrupción condujo a la República a convertirse y degenerar en un imperio. No entendió que cuando se dejan de lado las virtudes y la moral en el arte de la política, se corrompe todo el cuerpo social: fue así como se corrompió la República romana.

A la larga, el Estado Maquiavélico termina siendo víctima de sus propios errores, ya que la injusticia se vuelve contra el que la comete. Así podemos constatar, al transcurrir el tiempo, que el maquiavelismo no tiene éxito, como no lo tuvieron los totalitarismos, llámense fascismo, nazismo, estalinismo.

A través de la historia hemos visto que ha habido un progreso jurídico y moral de la humanidad. La justicia y el derecho han ido impregnando la comunidad humana, muy lentamente si se quiere, contrario a lo que decía Maquiavelo, pero el autor de El Príncipe no tuvo ojos para percibir este proceso.

Con los argumentos de Maquiavelo bien puede justificarse el uso nefasto de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki o la actitud que asumieron muchos conquistadores. Maquiavelo confunde el bien con el mal, incluso parece contradecirse pues el fin nunca justifica los medios. Para que un acto sea bueno deben ser buenos la intención, el objeto y las circunstancias.

El Estado no es una simple obra de arte sino el resultado de conductas humanas que pertenecen al dominio de la Ética y el derecho, la ley moral es la misma para el individuo y para la sociedad, no hay una ley para el individuo y otra para el político.

Si el hombre es malo lo es sólo accidentalmente, pues en realidad es esencialmente bueno y perfectible. Perfectible quiere decir que puede mejorar o también degradarse, realizar actos buenos y actos malos, pero por naturaleza tiende a su pleno desarrollo, al bien.

La autoridad sólo se justifica por el bien común y el fin de la política es el bien común. En un Estado de derecho, el Estado está sujeto a la ley. Sería ilógico que el fin de la política fuera el mal común, el poder del Estado fundado sólo en la fuerza bruta no es legítimo.

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