lunes, 22 de noviembre de 2010

Comprender los problemas éticos y ontológicos derivados del Vitalismo (El ideal estético y el superhombre)


El tema central de esta filosofía es la vida humana, uno de sus mas destacados representantes es el filósofo Friedrich Nietzsche. Nació el 15 de octubre de 1844 en la ciudad de Röcken, Alemania. A los cinco años quedó huérfano de padre, viviendo en un ambiente femenino al lado de su madre, hermana y unas tías. Siempre tuvo problemas de salud; en sus últimos años llegó a perder la razón y estuvo internado en una casa para enfermos mentales.

Algunas de las personalidades que directamente o indirectamente influyeron en él, como estudioso fueron: Ritsche, profesor de la Universidad de Bonn y Leipzig; Arthur Schopenhauer, cuya obra filosófica Nietzsche conoció y leyó con verdadero entusiasmo; Erwin Rohde, gran conocedor de la cultura de los griegos de la Antigüedad, y Richard Wagner, músico, compositor y dramaturgo alemán (1813-1883), a quien conoció y admiró, pero también de quien quedó fuertemente decepcionado hacia el año de 1876 por considerar que en la obra wagneriana hay pompa nacionalista y un resurgimiento y exaltación de los temas, principios y valores cristianos más decadentes.

Incluso hace pública su ruptura con Wagner y el wagnerismo en 1877, y escribe Ecce homo, que describe como un ataque al crucificado, es decir, a los valores y principios de la cristiandad, motivo por el cual se había sentido decepcionado con el músico alemán.

Hacia 1873 y 1875 comienza a padecer fuertes dolores de cabeza y crisis nerviosas que lo obligan a un retiro forzado para descansar en Sorrento Baden, y otras ciudades que visitó posteriormente por problemas de salud. Por ejemplo, en una clínica psiquiátrica de Jena se le diagnosticó parálisis cerebral.
Vivió sus últimos años en compañía de su madre y su hermana, y murió en la ciudad de Weimar, en casa de su hermana Elizabeth, el 25 de agosto de 1900, a la edad de 55 años.

Entre las principales obras de Nietzsche podemos mencionar las siguientes: El origen de la tragedia (1872), Humano, demasiado humano (1878), La Gaya ciencia (1882), Más allá del bien y del mal (1886), y Así hablaba Zaratustra (1887), publicada en español con el titulo Así habló Zaratustra.

Nietzsche pretendió impulsar los valores de la vida en oposición a todo aquello que la pretenda negar. En ese sentido, se opuso al racionalismo y al cristianismo, ya que la razón controla y reprime al instinto como impulso vital básico de nuestras vidas, mientras que el cristianismo exalta valores como el sacrificio, la abnegación, el sufrimiento, el amor incondicional al prójimo, etc. Nietzsche consideraba que la moral cristiana sólo es una moral de gente débil, una moral de esclavos y lo que hay que impulsar es una moral de amos, de señores; una moral de los fuertes, no de los débiles. En la moral de los fuertes se impulsa la vida, la salud, la fuerza, el orgullo, es decir, un espíritu humano noble y sano; la cristiandad y sus valores, según Nietzsche, promueven lo opuesto y por ello deviene en una moral decadente.

Nietzsche propuso eliminar los valores cristianos, pues en la cultura occidental han hecho demasiado daño al igual que la razón. En consecuencia, también se manifiesta contra Dios o cualquier principio trascendente como el fundamento, origen y fin de la moral. Nietzsche declara la muerte de Dios había muerto, o que deberíamos declarar su muerte, pues este ser supremo se presenta como el tirano que con la imposición de sus valores de humildad, amor y sumisión destruye los verdaderos valores de la vida humana. Dios reprime y destruye, anula la voluntad de poder.

Según el autor El origen de la tragedia es necesario rechazar la hipocresía cristiana, y cultivar nuestra voluntad de poder. En la medida en que lo hagamos así, estaremos superando a esos hombres comunes y cultivando al verdadero hombre, al Superhombre, es decir, al hombre crecido y liberado por haber sido auténtico y honesto ante su libertad de poder. Cuando Dios, los dioses, o los ídolos llegan a su fin, a su ocaso o crepúsculo, el hombre crece, da pasos hacia ese fin que es el Superhombre; pues estos hombres comunes que ahora somos, no somos más que una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, y somos una cuerda que está sobre el abismo.

En general, la Filosofía de Nietzsche es de carácter anti-racional; él es un pensador que bien puede clasificarse como irracionalista. a demás de vitalicia. En su filosofía, la esencia o aspecto más significativo de la vida está en la voluntad de poder. Esencia que es un instinto fundamental de vivir, un apetito o de ansia de vivir que encuentra su freno en la razón.

Así, por ejemplo, los individuos cuya vida se desarrolla con la mayor intensidad pasional o instintiva, los menos racionalmente reprimidos son los que están más próximos a la vida ideal en el sentido nietzscheano. Y los menos intensos, lo social e individualmente más reprimidos por la razón, serían los más alejados. En ese sentido, por ejemplo, el adolescente que se opone consciente o inconscientemente a la normatividad socioracional que pretende atraparlo o asimilarlo a su servicio, es una especie de héroe anónimo nietzscheano. El adolescente común ni siquiera sabe como, pero quiere vivir y en ese afán va contra todo obstáculo, racional o no. Desfoga su voluntad de poder con una fuerza casi animal, pero asimismo, y con frecuencia, se hace trizas ante los muros, pasadizos y cautiverios de la racionalidad socialmente organizada.

Las grandes personalidades, los hombres y mujeres selectos, los héroes, generalmente han explayado su vida dando ”rienda suelta” a su voluntad de poder. En oposición están esos hombres y mujeres masa, esclavos del sistema racional de vida que no se atreven a ir en contra de la normatividad. Aquellos son como señores, éstos como esclavos.Aquellos dispuestos a irrumpir, a transgredir el orden; empeñados en hundirse en la subordinación y en los prejuicios.

Para Nietzsche, la vida es la realidad básica, por ello su filosofía implica un vitalismo. El hombre se encuentra con que le han dado la vida de un modo gratuito, sin hacer nada para conseguirla. Pero una vez que la posee, él se constituye en exclusivo dueño de su vida, y el único responsable. Todo lo anterior para que el hombre sienta verdadero apetito de vivir y considere la vida como el supremo valor. Por consiguiente, el ansia de vivir no se funda en ningún otro valor distinto de la propia vida; nada tiene valor sino en subordinarse; se vive para y por la vida, siendo ella su único fin.

En otras palabras, para Nietzsche la vida ideal estaría significada por la ausencia total de represiones o “ataduras”, que obstaculicen nuestra voluntad de poder. Ello se ha dado en los grandes hombres y mujeres, y como por oposición denigrante, inhumanamente no se ha dado en los esclavos, mediocres o pusilánimes que arrastran una vida de sombras y no de verdaderos hombres o superhombres.

La vida ideal será la del superhombre (concepto que más adelante precisaremos). La vida ideal implica encauzarnos hacia el ideal estético, que consiste en dar la satisfacción adecuada y plena a nuestros sentidos. Así, Nietzsche fomenta y recuerda el culto de los griegos de la Antigüedad a Dionisio y Apolo. Lo dionisiaco y lo apolíneo, son constitutivo de la vida ideal. Esto no quiere decir que Nietzsche estuviera proponiendo el resurgimiento de una antigua mitología o religión, sino que simplemente indica que la satisfacción plena y estética de nuestra percepción, tendría semejanza con la que lograban los báquicos o dionisiacos en sus fiestas, en oposición a la resignación y callado dolor del sufrido cristiano, del crucificado que desaparece apareciendo Dionisio, metafóricamente hablando.

Por otra parte, ese ideal estético de satisfacción plena culmina con lo apolíneo, con lo bello, armonioso y esplendoroso. Al estilo del dios Apolo de la mitología griega, Dionisio y Apolo son elementos de semejanza que se incluyen en lo que para Nietzsche es el ideal estético humano del superhombre.

Concretamente, ¿qué respuestas encontrarían en la Filosofía de Nietzsche a los problemas éticos, gnoseológicos y ontológicos?

jueves, 18 de noviembre de 2010

EL MATERIALISMO DIALÉCTICO


Carlos Marx (1818-1883) y Federico Engels (1820-1895) son considerados como los creadores de esta filosofía que también se conoce como Marxismo, aunque de hecho ni Marx ni Engels usaron el término “materialismo dialéctico” para designar propiamente su filosofía; sin embargo, se le ha llamado así por el sentido y tipo de respuestas que dan a los problemas ontológicos, gnoseológicos y éticos. Por ejemplo es muy curiosa y famosa la anécdota que nos cuenta que en una ocasión el propio Marx contestó muy molesto, que él no tenía nada de Marxista.

A la filosofía de Marx y Engels, se le ha llamado Materialismo Dialéctico, precisamente por el carácter de su respuesta al problema ontológico, al problema de las relaciones entre el espíritu y la materia, de las relaciones entre las “cosas” materiales y espirituales; por lo general, el Marxismo considera y contesta que lo fundamental y primordial en la materia. Es decir, que a fin de cuentas y en el fondo, todos los fenómenos y procesos del mundo se reducen y explican como productos del desarrollo y transformación de la materia. En el fondo de todo de cualquier “cosa”, incluida la vida humana, lo que vamos a encontrar es la materia y sus leyes de desarrollo conforme la ciencia lo explique.

En este sentido, al Marxismo se le ha llamado Materialismo, porque contesta que en primera instancia es la materia y luego el espíritu; lo espiritual surgió de lo material.

En cuanto al término “dialéctico”, podemos decir que es un término que se deriva de dialéctica. Y la dialéctica básicamente significa transformación, interrelación y contradicción.

Decir que algo es de carácter dialéctico, significa que ese algo está en una constante transformación, que nunca se detiene, que está interrelacionado con todo y consigo mismo, también que está en pugna, en lucha o en contradicción consigo mismo.
Podemos pensar, por ejemplo, que mundo, naturaleza, Historia, sociedad y hombre precisamente son dialécticos porque permanentemente se transforman, están interrelacionados, y conllevan contradicciones dialécticas en-sí-mismos. Marx y Engels han expuesto que la naturaleza, Historia y hombre, el mundo en general, son de carácter dialéctico. El mundo o realidad como la totalidad de lo existente que ha habido, hay y habrá, es un conjunto de “cosas” fijas que no cambian sino de proceso es un constante desarrollo y cambio.

La Filosofía de Marx y Engels entraña un Materialismo Dialéctico, ya que para ellos todo fenómeno o proceso, cualquiera que sea su tipo, se reduce y se explica en el fondo a partir de las leyes y transformación dialécticas de la materia. En resumen: para esta Filosofía todo es materia y transformación, incluida la energía y lo espiritual, por eso se trata de un Materialismo dialéctico.

¿Cuáles son las leyes y principios más generales que universalmente “rigen” a la materia en su desarrollo y transformación? Estas leyes y principios están concentrados en lo que se conoce como Dialéctica. En este sentido, definimos a la Dialéctica materialista como “la ciencia de las leyes más generales del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento humano”

Las leyes de la Dialéctica Materialista, son básicamente tres:
a) Todo esta en transformación o cambio dialéctico.
(Ley universal del cambio dialéctico)
b) Todo esta interrelacionado.
(Ley de la concatenación universal de los procesos)
c) Todo esta en unidad y lucha de contrarios.
(Ley de la contradicción universal)

De estas tres leyes, la tercera es la fundamental, y digamos que de ella se derivan las otras dos. Es decir, que de la unidad y lucha de los contrarios se derivan tanto la transformación como la concatenación (interrelación) universal de los procesos.

El significado de la unidad y lucha de los contrarios (tercera Ley), nos dice que absolutamente todo proceso o fenómeno se contiene a sí mismo y a su contrario. Esto significa, por ejemplo, que lo vivo está vivo, pero al mismo tiempo está muerto, que lo negro no se concibe sin su opuesto que es lo blanco, o la luz sin lo oscuro, lo caliente sin lo frío, etcétera.

Dicho de otro modo, esta Ley indica que todos los procesos contienen en sí mismos fuerzas en pro y en contra. Fuerzas que los afirman y fuerzas que los niegan, impulsos que los hacen o construyen pero también impulsos que los deshacen o destruyen. Esas fuerzas opuestas al interior o esencia misma de cada proceso están en pugna, en lucha; y gracias a esa lucha el proceso se va desarrollando. Por ejemplo, en el fenómeno psico-social de la familia supuestamente unida hay oposición dialéctica entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas etc., y en la pugna de esas contradicciones dialécticas se desarrolla la vida familiar. Si no hubiera esas contradicciones dialécticas, no existiría esa familia. Los procesos de la naturaleza, la sociedad y el ser humano, existen, se desarrollan gracias a, y a través de sus contradicciones internas (y externas) que surgen de su unidad y lucha de contrarios.

Ahora bien, además de las contradicciones dialécticas internas, también hay contradicciones externas, es decir, que todo fenómeno o proceso también se contradice dialécticamente con otros fenómenos externos a él. En el ejemplo de la familia, digamos que sus contradicciones dialécticas externas se dan en la medida en que se afirma a sí misma y se diferencia o niega a los otros grupos o familias.

Ley de la concatenación universal de los procesos. Esta segunda ley de la Dialéctica postula que no hay un sólo fenómeno aislado sino que todos los fenómenos naturales, sociales y humanos están interrelacionados. Se plantea que directa o indirectamente todo está interconectado. Y esa interconexión se deriva precisamente de las contradicciones dialécticas externas de cada proceso. En este sentido, por ejemplo, todo estudiante además de sus contradicciones dialécticas internas de saber y no saber, conlleva a contradicciones dialécticas externas con sus otros compañeros estudiantes, o del correspondiente Colegio, las cuales quizá sean más evidentes en sus interrelaciones, interconexiones con sus compañeros inmediatos en el grupo.

Así pues todos los procesos del mundo están interconectados entre sí directa o indirectamente, todo tiene que ver con todo. Lo natural con lo social, lo social con lo humano, lo humano con lo natural. En sí, el Universo no es, según el Materialismo Dialéctico, más que un conjunto o sistema de procesos materiales que influyen los unos a los otros. Los procesos están universalmente interconectados, y la investigación científica precisamente tiene el propósito de describir y explicar esas conexiones que frecuentemente no se ven, pero que según el principio dialéctico de la segunda Ley ahí están. Los procesos están universalmente entrelazados, están en una trabazón universal, en una concatenación universal.

Ley de la transformación universal. El cambio o transformación dialéctica, es la consecuencia necesaria de la unidad y la lucha de contrarios al interior de cada proceso (tercera Ley) y las influencias mutuas entre ellos (segunda Ley). Hay que distinguir entre el cambio o transformación dialéctica, y el cambio o movimiento mecánico. El movimiento mecánico es cambio de lugar prácticamente sin transformación, y el movimiento dialéctico es fundamentalmente transformación o cambio del proceso con o sin cambio de lugar. No hay que confundir, pues, el movimiento mecánico de cambio de lugar con el movimiento dialéctico de desarrollo o transformación. Todo esta en movimiento dialéctico, pero conforme a un punto físico de referencia no todo está en movimiento mecánico. Por ejemplo, digamos que con respecto a un sistema de coordenadas o a puntos físicos geográficos de referencia, mecánicamente la gran Tenochtitlan no se ha movido del Valle de México desde su fundación en 1325; pero dialécticamente sí se ha transformado hasta convertirse, hoy en día, en la ciudad de México como una de las capitales más sobrepobladas y contaminadas del mundo.

El desarrollo y transformación dialéctica atraviesa diferentes fases, mismas que podemos identificar como Tesis o Afirmación, Antítesis o Negación y Síntesis o Negación de la Negación.

En cada fenómeno la tesis o afirmación esta representado por las fuerzas que lo construyen y que de momento no predominan, pero que pueden llegar a hacerlo; la síntesis es el momento o fase del proceso en el cual la antítesis o negación se impone a la tesis y afirmación, absorbiéndola. A esta síntesis se le llama negación de la negación, porque es el momento en que la negación supera a la afirmación, pero también se niega a sí misma pues, dialécticamente, en ese mismo momento se convierte en la nueva afirmación que va a tener otra nueva negación dialéctica.

Por ejemplo, en la familia la afirmación o tesis son tus padres, la negación –antitesis- (los hijos) eres tú y tus hermanos; en la unidad y lucha dialéctica de tus padres y ustedes se da el desarrollo y transformación de tu familia, hasta que llega el momento en que ustedes como hijos (negación) comienzan a predominar sobre tus padres (afirmación) que declinan. Pero para entonces, en la síntesis, ustedes dejan de ser negación y se convierten en la afirmación de la familia; ante la cual, por Ley dialéctica, surge una nueva negación que podrían ser tus hijos (nietos de tus padres) y “otros” miembros ajenos que se incorporen a la familia, tales como los esposos de tus hermanos o hermanas, de modo que tus hijos van a ser la negación dialéctica de la negación que fuiste tú y tus hermanos con respecto de tus padres. Y así incesantemente, pues la transformación dialéctica nunca acaba.

El método dialéctico
Cuando estas tres leyes de la Dialéctica son consideradas como un método de investigación científica o filosófica para el estudio de la naturaleza, la Historia, la sociedad o el ser humano, se denomina Método Dialéctico. Es decir, que éste está constituido por leyes y principios derivados de la Dialéctica. Efectivamente, en el desarrollo de su Filosofía materialista dialéctica, Marx y Engels aplicaron el Método Dialéctico al estudio de los problemas de la Historia, la sociedad y al ser humano, creando con ello lo que se conoce como Materialismo Histórico. Cabe afirmar que esta dialéctica, la toma Marx de Hegel, pero a diferencia de este, le imprime un carácter materialista.

a) El Problema Ético
Respecto al problema del bien y del mal moral, el Materialismo Dialéctico e Histórico también trata de rescatar al proletario. Es decir, ve a la moral como un instrumento de opresión ideológica, e intenta que en el transcurso de la liberación del proletariado este se “sacuda” la moral burguesa que lo enajena y que construya una nueva moral, una moral de los trabajadores en la cual los valores morales no sean individualistas y egoístas, sino colectivistas y socialistas. Por eso la personificación del hombre o mujer, moralmente buenos para el Marxismo, está en el compañero o compañera trabajador revolucionario que lucha por hacer justicia a los proletarios, que ha desarrollado una conciencia de clase y lucha por el advenimiento dialéctico de la revolución proletaria y la construcción del Socialismo y Comunismo. “Bueno” es lo que favorece la evolución, “malo” lo que la obstruye. En una comparación que a caso parezca inadecuada, digamos que la dimensión y dignidad moral del revolucionario, para la ética marxista, equivale a la del santo en la ética cristiana.

b) Problema Gnoseológico
La teoría Marxista del conocimiento concede gran importancia a la praxis como factor que incide en el proceso de construcción del conocimiento. El conocimiento se elabora a partir de la interacción del sujeto, el objeto, y la sociedad, de manera que lo que conocemos del mundo y sus procesos, está dialécticamente determinado por el contexto histórico-social, nuestras capacidades personales y la estructura misma de los procesos o fenómenos a conocer. En el proceso del conocer vamos de lo práctico a lo concreto (experiencia sensible), a lo abstracto (concepto), y otra vez dialécticamente a lo concreto.

Dialécticamente hablando, la unidad y lucha de los contrarios en el proceso del conocimiento se da como un enfrentamiento entre lo concreto sensible y lo abstracto inteligible, proceso incesante, a través del cual vamos desarrollando nuestros conocimientos, tanto individual, como socialmente, pues todo conocimiento adquiere su verdadero status en la práctica social, es decir, cuando ya ha sido aplicado en la actividad laboral (práctica social) para la satisfacción de necesidades sociales concretas.

La categoría de praxis. Como hemos indicado el marxismo le da una gran importancia al concepto de practica social, frente a sus antecesores Marx destacaba que “los filósofos se habían limitado a interpretar el mundo de distintos modos, pero de lo que se trataba era de transformarlo” tal afirmación es el punto de partida de lo que se llama una filosofía de la praxis, entendiendo por ello la actividad consciente y objetiva que el hombre desarrolla para transformar su realidad.

Como señala el filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, para llegar a una correcta concepción de la praxis es necesario superar su sentido idealista como una mera actividad de la conciencia humana o suprahumana para situarnos en una actividad material del hombre como un ser social y transformador; así mismo, es necesario rebasar su sentido inmediato e ingenuo propio de la conciencia ordinaria, pues “la teoría de la praxis revolucionaria exige la superación del punto de vista natural, inmediato, que adopta la conciencia ordinaria del proletariado”.

“La conciencia ordinaria cree estar en una relación directa inmediata con el mundo de los actos y objetos prácticos”, no siente la necesidad de desgarrar el telón de prejuicios, hábitos mentales y lugares comunes sobre el que se proyecta sus actos prácticos; sin embargo, nos explica Sánchez Vázquez, el hombre común y corriente es un ser social e histórico, es decir, se encuentra inmerso en un conjunto de relaciones sociales y ubicado en un determinado momento histórico. Su vida cotidiana se halla acondicionada histórica y socialmente, y lo mismo puede decirse de la visión que tiene de la propia actividad práctica, de tal manera que toda acción que emprendas, por pequeña que esta sea, está comprometida, trabada con una ideología, con determinados valores, fines o propósitos.

jueves, 4 de noviembre de 2010

EL POSITIVISMO


Otra doctrina filosófica importante del siglo XIX es el positivismo. Surge en Francia en el siglo XIX como una postura filosófica derivada del empirismo, y se basa en las ciencias experimentales, las cuales lograron gran desarrollo con el apoyo de la sociedad Capitalista. Los científicos adhirieron a esta corriente, sobre todo los físicos, químicos, psicólogos y sociólogos, quienes vieron en ella la justificación de su propio quehacer.

Esta corriente trascendió en nuestro siglo, dando lugar a corriente como el Positivismo lógico y el Neopositivismo o Filosofía analítica.

El Positivismo tiene su génesis en los filósofos franceses y sus principales representantes son Saint-Simón, Augusto Comte y Herbert Spencer, entre otros; los dos últimos influyeron en la mentalidad de los filósofos latinoamericanos. En México, el Positivismo estuvo representado de manera particular por Gabino Barreda y Justo Sierra quiénes impulsaron una educación positivista con la fundación de la Escuela Nacional Preparatoria con el apoyo del gobierno porfirista.

Augusto Comte (1798-1857), es el creador o padre de la filosofía positivista cuyos antecedentes están en las ideas de su maestro Saint Simón. La filosofía comtiana se encuentra expuesto de manera sistemática en sus obras: Curso de Filosofía positiva (1829), El sistema de política positiva y catecismo positivista (1851-1854), El discurso sobre el espíritu positivo (1844) y El discurso sobre el Positivismo (1848).


El tema central de la Filosofía positivista es el que se refiere a la Ley de los tres estados que recorre el espíritu humano, pero cabe considerar que, aunque la teoría de las leyes del espíritu humano había sido ya visualizada por Pascal, tratada por Condorcet y hecha la distinción entre las tres edades por Turgot, sin embargo, sólo Comte pudo convertirla en el fundamento de un sistema filosófico. Según esta ley, el espíritu humano pasa por tres tipos de mentalidades a través del tiempo: los estados teológico, metafísico y positivo.

El estado teológico refiere los fenómenos a la acción y la voluntad de los dioses, emplea la imaginación y su descripción es mitológica. Este estado se manifiesta en tres fases: fetichismo o animismo, politeísmo y monoteísmo. En el primero todas las cosas poseen un espíritu, en el segundo son los dioses quiénes manifiestan su voluntad en las cosas y los hombres, y en el tercero todo sé absolutiza y se centra en un solo dios.

En el estado metafísico el hombre recurre a entidades metafísicas o seres abstractos para explicar los fenómenos, y dichas causas son inherentes al fenómeno: utiliza la imaginación sobre la razón, pero su explicación es inmanente al objeto.

El estado positivo es aquel en el que el hombre se atiene únicamente a los hechos conocidos por la observación y la experiencia, se vuelve relativo al objeto sin remitirse al absoluto y se opone a los estados anteriores.

Los tres estados pueden coexistir, pero siempre predomina uno de ellos en la época y en los pueblos, por ello la ciencia suplanta y reduce a falsos los demás estados, pues lo único verdadero es la ciencia. La Ley de los tres estados queda demostrada por tres procedimientos mentales que el hombre utiliza en la comprensión de la realidad: la inducción, la analogía y la demostración.

Por la inducción, tanto la Historia como la Sociología demuestran que el hombre es un ser que evoluciona en diferentes planos, y en el intelectual se manifiesta como tal ley.

Por analogía, todo hombre pasa por los tres planos según su edad: niñez, juventud y madurez.

Por demostración, si el estado positivo es definitivo y perfecto, supone la existencia de los estados anteriores que le preceden.

En el estado positivo el ser humano se atiene al conocimiento obtenido a partir de la observación científica

La Filosofía positiva Para Augusto Comte significa la síntesis de los conocimientos y utiliza el calificativo de positiva para quitarle el resabio metafísico. De la misma manera, aplica el sentido de lo positivo como lo real, lo útil, lo cierto, lo preciso, lo orgánico y lo relativo.

El Positivismo es una forma de empirismo porque no admite otra fuente de conocimiento que no sea la experiencia sensible externa y niega que la introspección sea un método científico, porque considera a la conciencia como una facultad orgánica que es incapaz de autoconocerse y de reflexionar.

Por otra parte, según el positivismo la Filosofía es la síntesis de las verdades adquiridas por las diferentes ciencias: es la ciencia general que organiza los conocimientos de las demás ciencias. Comte afirma que el conocimiento científico tiene por objeto los fenómenos y sus leyes. Las leyes científicas constituyen en sí mismas fenómenos, hechos generales, en tanto que establecen relaciones constantes entre los fenómenos.

La ciencia renuncia así al conocimiento de causas (conocimiento metafísico), ya que éstas no son de ninguna manera datos de la experiencia. En este sentido, la Ciencia es relativa, en oposición a la Teología y a la Metafísica, las cuales estudian lo absoluto. La Ciencia es un conglomerado de conocimientos perfectibles que progresa constantemente en función de los nuevos conocimientos científicos.

A juicio de Comte, Filosofía tiene la tarea de clasificar a las ciencias, puesto que éstas no son independientes sino subordinadas unas a otras según el nivel de simplicidad de su objeto y la generalidad de sus leyes. De ahí que a mayor simplicidad y abstracción del conocimiento corresponda a una mayor generalización en sus leyes. Por esta razón, una ciencia inferior depende de la superior, de tal manera que la clasificación de las ciencias- que va de lo más abstracto y simple a lo más concreto y complejo, además de seguir un orden lógico, sigue un orden cronológico.



De esta manera, en primer lugar están las Matemáticas, en segundo la Astronomía, en tercero la Física, en cuarto la Química, en quinto la Fisiología y, por último la Sociología culmina y corona el conocimiento científico, pues la diferencia entre los animales y el hombre es el progreso social; la célula social es la familia que representa a la sociedad elemental.

El método que emplea la Sociología es igual al de las Ciencias Naturales, por ello se le llama Física Social (termino creado por Augusto Comte). Emilio Durkheim desarrolló las reglas del método sociológico afirmando que los hechos sociales son cosas y, como tales, es necesario aplicar la observación como en la Física. En este sentido, la vida social es natural para el hombre y las condiciones de la sociedad son las instituciones y las funciones. Las instituciones son las condiciones objetivas (familia, lenguaje, etc.), mientras que las funciones son las condiciones subjetivas (fuerzas sociales, autoridad, religión).

Acorde con todo lo anterior, la evolución es un progreso y en el plano de la actividad el progreso surge de la industria mientras que en el plano moral el progreso sustituye el egoísmo por el altruismo. No hay derecho, sólo deberes y esto es el altruismo: todo para los demás, pues el deber es amor.

La problemática planteada por Comte responde a la necesidad de buscar el reconocimiento de las Ciencias Sociales y, como puedes apreciar, la Filosofía positiva constituye el fundamento y justificación del rango científico de las mismas. El Positivismo es la respuesta a la problemática que plantea la falta de justificación y legitimación del sistema capitalista, por lo que se constituye en la filosofía del mismo con el lema: “Orden y Progreso”, con su reclamo de partir de “lo dado o de los hechos y concomitante rechazo a la metafísica”.