jueves, 26 de agosto de 2010

2. Comprender la Ruptura del Paradigma Aristotélico Ptolemaico Tomista.



En la Edad Media prevaleció una forma de pensar e interpretar al mundo denominada paradigma aristotélico-ptolemaico-tomista, caracterizada por el uso de conceptos rígidos, particularmente concretados y perpetuados por la Iglesia Católica, que aparentemente podían explicar toda la realidad. Es decir, el mundo se concibe como un todo ordenado por la ley de Dios y no hay gesto humano ni organización social que escape a la presencia de este ordo amoris que estaba ya en la raíz del pensamiento agustiniano.
El propósito de la filosofía medieval no era construir grandes sistemas, ni desarrollar visiones del mundo (al menos en este punto guarda cierta similitud con la filosofía del siglo XX). El filósofo medieval ya tenía una visión del mundo: la religiosa. De hecho, el tema dominante de la época (tanto en los autores cristianos, como en los musulmanes y judíos) fue el intento de conciliar aquélla con las ideas filosóficas clásicas. Durante este proceso emergió una tradición filosófica clara y distinta, a cuya aparición coadyuvó la fundación de las universidades de Bolonia, París y Oxford. En el contexto cristiano, esta tradición filosófica se conoce por el nombre de escolasticismo o escolástica, la filosofía de escuelas y escolares.
Así pues, sólo la tradición filosófica cristiana sobrevivió hasta el final del periodo medieval, en parte debido a que los pensadores cristianos se mostraron menos atrevidos a la hora de afrontar los conflictos entre razón y religión que sus colegas judíos y musulmanes. Algunos de los filósofos cristianos más importantes, aparte de los mencionados y por mencionar, fueron Pedro Abelardo, san Anselmo, Juan Escoto Eriúgena y Juan Duns Escoto.
Buena parte de las obras del periodo surgieron a partir del estudio de las obras de Aristóteles y de los distintos intentos para aplicar su pensamiento a la teología.

Como ya antes hemos indicado el problema del desmoronamiento del mundo medieval, significo un cambio en la visión que del hombre, la sociedad y la naturaleza se había tenido o soportado en Europa, durante toda la Edad media. Esa visión o paradigma medieval que era una combinación o mescolanza ideológica de Física y Lógica aristotélica tradicional, de la Astronomía geocéntrica de Ptolomeo, y del tomismo como la doctrina filosófico-religioso cristiano de Tomás de Aquino. Y que ya en el siglo XVI y XVII, con el Renacimiento se comienza a deconstruir o “romper”; en primera con la Reforma protestante, y en segunda con la Revolución filosófica-científica de la cual nos ocuparemos ahora en este tema.
Ruptura epistémica del paradigma medieval”, significa que la visión o interpretación que del hombre, la sociedad y la naturaleza, o en una sola palabra, del mundo se tenía; ahora en el Renacimiento, en el inicio de la modernidad, y especialmente con la Revolución filosófica-científica – como una serie de cambios, descubrimientos e inventos, en la Filosofía, la Ciencia y la Tecnología: comenzaba a ser sustituido, destruyendo, deconstruyendo lo medieval y construyendo lo moderno, la modernidad.
El paradigma o visión medieval del mundo era sustituido por el paradigma del mundo de la modernidad, que se iniciaba con el Renacimiento. Del teocentrismo con Dios en el centro de todas las actividades humanas, se pasa al antropocentrismo. El paradigma medieval era teísta y el paradigma moderno humanista.
En el paradigma medieval, el hombre y la sociedad, la vida del hombre, estaba determinada por Dios, el hombre no era más que un hijo de Dios y estaba obligado, en esa ética cristiana, a vivir como Dios manda a través de su Iglesia. La naturaleza era obra de Dios y debía ser preservada y respetada como tal y hasta el prejuicio.
En cambio con la ruptura epistémica, en el paradigma de la modernidad el hombre y sus facultades, especialmente con su razón, libertad y voluntad, que eran cualidades humanas inmensas, daban al hombre (y éste tenía ahora modernamente) la posibilidad de ser dueño de su individualidad, su sociedad y su historia. La naturaleza era considerada como obra de Dios, pero bien podía y debía, ser estudiada,, transformada y utilizada en pro de la solución y satisfacción de los problemas y necesidades humanas.

b) Nueva visión filosófica científica del mundo, el hombre, la sociedad y la naturaleza.
El surgimiento y desarrollo de la ciencia en el Renacimiento no se habría dado sin la mutua complacencia y evolución de la Filosofía. Ésta nunca ha estado aislada, por el contrario, se ha nutrido de los múltiples factores de la cultura humana, época tras época.
Entre la Filosofía y la ciencia ha existido un diálogo permanente en cuanto a temas, objetivos y, sobre todo, métodos. La ciencia que surge en el Renacimiento se distinguió de cualquier otra explicación o descripción dada a la naturaleza y no tanto por los resultados obtenidos, como por la manera de conseguirlos.
El hombre del Renacimiento se olvidó de las sentencias de pensadores antiguamente venerados, de los prejuicios religiosos o teológicos, sustituyéndolos por los datos inmediatamente sensibles o de información empírica. La observación tanto como la experimentación significaron un paso importantísimo en el desarrollo de la ciencia, pero sólo fue trascendental cuando las percepciones empíricas fueron evaluadas por el cálculo matemático.
Es bien conocida la comparecencia de Galileo ante la Santa Inquisición, dándose, por un lado, la confrontación entre prejuicio teológico y el dictamen aristotélico, y, por el otro, el recurso directo de los datos empíricos. La mera observación, por ejemplo, no es un argumento suficientemente convincente para demostrar que la Tierra gira en torno al Sol (heliocentrismo), más parecía lo contrario (geocentrismo). Lo cierto es que la simple observación no permitiría alguna verificación al respecto. Para lograrlo habría que recurrir al apoyo indiscutible de las matemáticas.

Hemos insistido que en el Renacimiento se contempló y concibió de otra manera a la naturaleza. El problema emergente tendrá que corresponder a: ¿Cómo estudiarla? ¿Qué método es el más adecuado?. La dificultad no tuvo solución inmediata aun existiendo múltiples propuestas. Algunas pecaban de titubeantes y otras de dogmáticas, hasta que tras sortear infinidad de dificultades se abrió paso el Método Experimental como digno representante de la naciente ciencia.
La aparición de la ciencia moderna, o, mejor dicho, de la ciencia clásica en los periodos renacentista y posrenacentista, ejerció naturalmente un efecto profundo en las mentes de los hombres, abriendo para ellos nuevas perspectivas de conocimiento y dirigiéndoles hacia nuevos intereses. Ningún hombre sensato desearía negar que el progreso científico de los siglos XVI y XVII fue uno de los acontecimientos más importantes e influyentes en la historia.
Es precisamente en el ámbito de la Astronomía (vinculada obviamente para entonces
con la Geografía), donde se habría de producir el comienzo de una gran y decisiva ruptura epistémica con el sistema de pensamiento antiguo (greco-romano y medieval), proponiendo un nuevo paradigma de explicación para el orden universal, que se justificaba por el surgimiento de la revolución científica.
La observación y la experimentación permitieron exponer por primera ocasión y de manera plausible -aunque aún necia y dogmáticamente objetada por la Iglesia- la teoría heliocéntrica iniciada por Nicolás Copérnico (1473-1543) y establecida firmemente por Galileo Galilei (1564-1642). Sin embargo, es justo mencionar que la idea de rotación de la Tierra, ni era nueva ni surgió en dicho periodo, pues ésta se remontaba desde el siglo III a. C., con el filósofo y astrónomo griego Aristarco.
No obstante, fue en esta etapa donde se contó con un sustento teórico mayormente sólido (el cálculo matemático), también avalado empíricamente; se emplearon los avances tecnológicos puestos al servicio de la ciencia, como por ejemplo, el telescopio.
Poco a poco ganó adeptos la afirmación de que la Tierra rotaba sobre su eje y de su movimiento alrededor de un Sol fijo, que la nueva Astronomía de la época describía, constituyéndose como la única ciencia que hasta entonces -con base a un sinnúmero de observaciones emparentadas con cálculos matemáticos- proporcionaba datos suficientemente precisos para permitir la construcción de hipótesis claramente establecidas y susceptibles de ser comprobadas. El cambio no fue fácil ni mucho menos, pues el abandono de una idea nos ha enseñado que la historia nunca ha sido sencilla, y menos para los propugnadores del cambio.

c) Nicolás Copérnico y Galileo Galilei, como dos científicos importantes en la ruptura epistémica del paradigma medieval.
A continuación veras cómo enfrentaron dicha situación algunos de los protagonistas de
la llamada ruptura epistémica del paradigma Aristotélico-Ptolomeo-Tomista.

Nicolás Copérnico
Algunos autores opinan que la principal contribución de Copérnico a su época estribó; no tanto en lo que aportó (ya mencionamos que no fue novedoso), sino en cuanto a que encarnó el nuevo espíritu científico y crítico del Renacimiento, pues se atrevió a romper decididamente con el pasado.
Copérnico, de nacionalidad polaca (otros lo consideran alemán), estudió Astronomía, Medicina y Derecho, además de haber pasado la mayor parte de su vida como canónigo. Sin embargo, su interés principal estuvo siempre en la Astronomía a la cual se dedicó por entero con vehemencia.
Buscó una explicación más racional que la que su época proporcionaba respecto al orden universal (sistema Aristotélico-Ptolomeo-Tomista), teoría que pudo plasmar en sus obras: Libro de las revoluciones de las esferas celestes y Breve comentario. Postuló un sistema de esferas que giraban alrededor del Sol en vez de la Tierra, en el cual introdujo la rotación de nuestro planeta y demostró detalladamente cómo su sistema podría explicar todas las observaciones astronómicas.

Al referirse al sistema heliocéntrico y a la distancia casi infinita entre una y otra estrella
era necesario comprender que:
• La Tierra no es el centro del Universo.
• El Sol es el centro del Universo.
• La Tierra rota sobre su eje.
• La Tierra y los otros planetas giran alrededor del Sol.
• No todos los planetas se mueven alrededor de un mismo centro.
• La distancia entre los planetas es enorme.

Por supuesto que muchas de sus observaciones y aseveraciones fueron imprecisas (el Sol no es el centro del Universo, sino sólo del sistema al que pertenece nuestro planeta), esto lo sabemos actualmente. Sin embargo, con su planteamiento sembró la semilla en otros pensadores quienes, como Galileo, contestaron a múltiples preguntas que rebasaban la capacidad de respuesta que poseían Copérnico y sus contemporáneos: ¿Cómo es posible que la Tierra gire sin producir por ello fuertes corrientes de aire? ¿Cómo, por la misma razón, no se desvían los cuerpos en su caída? Los efectos de la ahora llamada Revolución Copernicana no se dieron de forma inmediata, tardaron algún tiempo en evidenciarse en la conciencia de los pensadores más liberales de la época, en quienes provocó reacciones de entusiasmo.
Así por ejemplo, el italiano Giordano Bruno (1548-1600) con base en los preceptos copernicanos concibió al Universo como abierto e infinito, y aunque nunca hizo experimento ni observación alguna, defendió racionalmente las aseveraciones científicas, hecho que le ocasionó ser juzgado y condenado a morir en la hoguera por la Santa Inquisición.
El danés Tycho Brahe (1546-1601) realizó un sinnúmero de observaciones, gracias a las cuales calculó con asombrosa exactitud la posición de las estrellas y planetas. Johannes Kepler (1571-1670) con sus famosas leyes pudo explicar la velocidad de los planetas al describir sus trayectorias en órbitas elípticas, y no circulares (idea de perfección para los griegos clásicos) como se afirmaba entonces. Galileo Galilei Hemos dicho ya que Galileo Galilei no sólo estableció en definitiva el hecho de que la Tierra y otros planetas de un mismo sistema giran alrededor del Sol, sino que también dio pruebas concluyentes de ello (fue de los primeros que pudo observar la bóveda celeste a través de un catalejo o telescopio). A él se le conoce como el padre o diseñador del Método Experimental, mediante el cual aseguró un promisorio futuro para el conocimiento científico.
Galileo observó que no era suficiente haber verificado a través de la observación telescópica las afirmaciones de Copérnico y sus adeptos, era necesario justificarlas y explicarlas para derrumbar las objeciones de una vez por todas, logrando lo que otros no habían podido: acceder a un conocimiento, por fin, exacto y confiable.
Al formular una descripción matemática del movimiento de los cuerpos, puso a prueba todas las concepciones tenidas por válidas, sometiéndolas al filtro de su método. En efecto, Galileo encadenó sus argumentos y los conectó matemáticamente con los experimentos, los llevó hasta sus últimas consecuencias, y construyó, con ello, un reconocimiento inobjetable para la “nueva ciencia”.

miércoles, 25 de agosto de 2010

1. Principales problemas éticos y gnoseológicos de la Filosofía europea de los siglos XVI y XVII.


La palabra Renacimiento indica ya de por si una nueva actitud de entusiasmo. Entusiasmo por las ciencias, las artes y las letras de los antiguos griegos y romanos; es una época que vuelve la cara al mundo clásico, pero que se define por la expansión y el crecimiento, es también una época de dudas, de querellas teológicas y de angustias y zozobras que se prolongan a lo largo de los siglos XV y XVI.
Encontrado y perdido, el hombre del Renacimiento pone sus esperanzas y sus dudas en el corazón mismo del hombre. Humanista muchas ocasiones, es también muchas veces escéptico. A esta doble actitud que a veces llega a encontrarse ambiguamente en una misma persona contribuyen los nuevos descubrimientos geográficos y astronómicos, la expansión científica, el crecimiento de una nueva economía y el pensamiento progresivo de la vida y el conocimiento.
El hombre renacentista vive con alegría de vivir, como si hubiera descubierto nuevamente un fruto largamente largamente prohibido; vive con la zozobra natural de quien acaba de descubrir nuevas posibilidades que se antojan infinitas.


El crecimiento del mundo
Tres ciudades mediterráneas, Barcelona, Génova y Venecia habían dominado el comercio mediterráneo y las rutas que, a fines de la Edad Media, conectaban a Occidente europeo con el Oriente asiático, nuevas formas de transacción (entre ellas los bancos de Estado, el primero de los cuales nace en Barcelona en 1401) hacen nacer una nueva clase capitalista y burguesa que habrá de prevalecer a lo largo del Renacimiento. Los Medici de Florencia o los Fugger alemanes organizan bancos y sistemas de prestamos de los cuales habrán de depender en buena parte reyes y papas. Bien pronto el capitalismo mediterráneo tiene que ceder ante el empuje de dos nuevas nacionalidades recién formadas, predominantes en el desarrollo de la historia europea hasta 1600.

Portugal
Fundara un nuevo imperio basado en el comercio de las especias que durara más de un siglo; además, descubren las islas Madeira en 1418; Enrique el Navegante coloniza las islas Azores en 1427; Bartolomé Díaz llega en 1486 al Cabo de Buena Esperanza que, once años más tarde, habrá de doblar Vasco da Gama. El comercio con Asia queda abierto por una nueva ruta que solamente impiden las dificultades pronto vencidas de la navegación de altura. Venecia cede su monopolio ante el nuevo monopolio de Lisboa.

España
Su imperio prevalecerá hasta fines del siglo XVIII. Ellos se lanzan a cruzar e Atlántico tanto en busca de nuevas riquezas como en encuentros sorprendentes de un Nuevo Mundo. En 1492 Cristóbal Colón descubre América; poco después Magallanes y El Cano acaban de demostrar que la tierra es redonda, las riquezas de las tierras nuevas de América llegan a Europa a través de una España que no sabe organizarse como sociedad capitalista y que es más lugar paso del oro descubierto que centro de una nueva sociedad industrial, la cual saben inventar mejor los pueblos del norte de Europa. Los viajes y la geografía han aumentado el mundo multiplicando a la vez sus posibilidades.

Navegantes y exploradores, los portugueses y los españoles abren el mundo al comercio de Europa. El nuevo comercio se planetiza, alcanzando primero las zonas atlánticas y, más tarde la zona del pacifico. Al redondearse la Tierra se redondea también la cultura que Europa ofrece al mundo y que el Nuevo Mundo descubierto por Europa devuelve a Europa bajo nuevas formas, transformando lo que de Europa recibe.

El crecimiento del cielo
Pero si crece la tierra, crece no menos el cielo. La nueva ciencia del siglo XVI es, sobre todo, la astronomía. Copérnico establece de una vez por todas que el sol es el centro del sistema planetario. Y, al establecerlo, coloca la primera piedra del nuevo método científico que ya nada tiene que ver con las especulaciones de teólogos y filósofos.
Da Vinci, Copérnico, Kepler o Galileo, saben que no hay verdadera ciencia sin fundamentos matemáticos. Las matemáticas son sin duda una ciencia ideal, cuyos objetos nunca se encuentran exactamente idénticos en los hechos de la naturaleza. Pero, las matemáticas, más exactas que la experiencia, son la base de la exactitud de cualquiera experiencia.


El nuevo humanismo
Que tan claramente representa Leonardo Da Vinci, sabe que es necesario dominar la naturaleza por medios naturales y saber que esto es tan sólo factible por una cuidadosa dosificación de experiencia sensible y de cálculo matemático. El nuevo espíritu científico, el que habrá de conducir a la física matemática moderna, nace con el espíritu humanista del Renacimiento.
Pero los nuevos humanistas saben también que la ciencia por sí sola carece de valor si no se añade a ella un conocimiento del alma humana. A la dignificación del espíritu se dedican, por vías diversas, los estudios de los académicos de Italia, los erasmistas, los reformadores, los utopistas, los metafísicos y los misioneros del Viejo y Nuevos mundo.
La lucha más visible y uno de los verdaderos problemas que definen al Renacimiento se entabla en el plano de las ideas religiosas, donde todos los cristianos vivían de acuerdo con los preceptos evangélicos. Y aun los descubridores y conquistadores del Nuevo Mundo creían percibir, a cada paso en las nuevas tierras que pisaban, signos de la nueva edad a la vez perfecta, dorada y real.
Existen, por lo menos, tres tendencias diversas en el curso del siglo XVI. Por un lado, al que siguen los cristianos que se rebelan contra la iglesia católica, a los que se debe la Reforma; por otro, la de los cristianos que quieren modificar la iglesia desde dentro (la philosophía Christi); finalmente, la de aquellos que, reaccionando contra la rebeldía protestante, llevan a cabo una reafirmación de la iglesia (la Contrarreforma) sobre todo a la Compañía de Jesús.

2) Philosophía Christi
Es importante tener en cuenta que esta nueva mentalidad pretende reformar la Iglesia sin separarse de ella, con un espíritu renacentista, conciliador. Este humanismo cristiano tiene como máximo representante a Erasmo de Rotterdam (1466−1536).
Este humanismo cristiano recogía en la medida de lo posible la herencia del nominalismo y corrientes del fin de la E. Media: no cree en las ideas como entidades autónomas, refuerza el valor de lo individual La philosophia Christi quedó hundida bajo el surgimiento de la reforma protestante. Este sentimiento general de reforma de la Cristiandad, fue tomado a la tremenda por algunos (Lutero), llevado así a la rotura de la unidad de la Iglesia, de la unidad religiosa que había mantenido unida a Europa, bajo la bandera del Sacro Imperio Romano−Germánico.

Las causas de la Reforma fueron de diverso origen. El motivo inmediato fue la discusión sobre la validez de las indulgencias que otorgaba el papa. Principalmente en Alemania, donde el movimiento protestante se une a los primeros signos del nacionalismo alemán, el protestantismo empieza por ser una tendencia de orden moralista; y es este moralismo lo que a lo largo de la historia, distinguirá, a veces con una rigidez que se convierte en un nuevo dogma, al mundo protestante. No que los protestantes no tuvieran sus motivos para pensar en al necesidad de una reforma.

UNIDAD 1


Principales Problemas Filosóficos en Europa Durante el renacimiento
y su influencia en el México Colonial.

En esta unidad se abordan los contenidos referentes a los problemas éticos y gnoseológicos de la filosofía europea de los siglos XVI y XVII, así como los problemas éticos del México Colonial, estos problemas se extrapolan en forma de ejemplos y relaciones con la realidad actual.