sábado, 18 de septiembre de 2010

5. UTOPÍA


Muchos son los problemas que ha sufrido la humanidad y entre todas esas dificultades encontramos una que parece haber inquietado a los filósofos de todas las épocas: encontrar un sistema social adecuado a la naturaleza humana, la de una sociedad justa, ideal o mejor, para el hombre.

Frente al despotismo de los gobernantes, la banalidad y la corrupción pública, el desenfrenado deseo de poder, dominio y riqueza, los filósofos se han preguntado si no es posible modelar y construir una sociedad perfecta en la que se superen las grandes deficiencias observadas en la realidad social, política y económica.

Es así como se han aventurado a diagnosticar y a criticar los males y problemas de la sociedad que les ha tocado vivir, proponiendo modelos ideales de sociedades nuevas más justas y humanas a la luz de los principios filosóficos. No todas sus propuestas han sido lo suficientemente realistas, unas han sido más viables que otras.

Desde la época de la antigua Grecia el pensamiento filosófico se ocupó de esta problemática, pero a partir del Renacimiento la inquietud por esos mismos problemas adquirió mayores proporciones y un nuevo enfoque, tanto por la cosmovisión humanista y antropocéntrica, como por el desarrollo de las ciencias particulares. El descubrimiento de que había “otro mundo” fue uno de los detonantes. Así, algunos pensadores se preguntaron:

¿Es posible construir en ese nuevo mundo una sociedad mejor, sin los antiquísimos lastres del viejo mundo?

¿Qué cosas podemos aprender del nuevo mundo para cambiar este mundo (europeo) en el que vivimos?

Es en este contexto que se publica en diciembre de 1516, en Lovaina, una célebre obra, la Utopía, escrita por Tomás Moro (1478-1535.) De esa fecha hasta nuestros días son muchas y muy diversas las ediciones y traducciones que se han hecho de ella. Lord Tomás Moro fue un hábil y experto político y jurisconsulto inglés de sólida formación humanista; fue canciller de Inglaterra cuando gobernaba Enrique VIII, mismo que lo mandó decapitar a causa de sus convicciones, de las que no claudicó.

La Utopía dio el nombre a todo un género de obras que se han publicado en los últimos cinco siglos. En todas ellas se cuestiona la sociedad de la época y se propone el ideal de una sociedad modelo. Como ejemplo de utopías tenemos: Querella de la paz, escrita en 1529 por Erasmo y Concordia y discordia en el linaje humano. Escrita en el mismo año por Juan Luís Vives; las dos son utopías político-pacifistas.

Del mismo Vives, en 1525 apareció una utopía social titulada Del socorro de los pobres y en 1531 una pedagógica titulada De las disciplinas. Juan de Valdés publica en 1529 una utopía religiosa, Diálogo de doctrina cristiana y en ese mismo año su hermano Alfonso, una utopía política, El diálogo de Mercurio y Carón.

En 1619 Juan Valentín Andrea escribe Cristianópolis; en 1627 Francis Bacon, Nueva Atlántida que es una utopía social científico-tecnológica; y en 1637 Tomasso Campanella también escribe una utopía social llamada Ciudad del Sol.

La lista podría alargarse hasta llegar a nuestros días con las utopías cibernéticas, las biotecnológicas y las atómico-espaciales, al grado de elaborarse un Diccionario Enciclopédico de la Utopía preparado por la Academia Utópica de Berlín.

El impacto de este texto no sólo ha sido en el terreno literario o en el de las ideas, sino que también se ha dado en el campo de la realidad e inspirado diversos experimentos sociales.

Ejemplos de estos proyectos son sin duda los hospitales-pueblo, fundados por Vasco de Quiroga en el estado de Michoacán; la república modelo de Tierra firme y Verapaz, de Bartolomé de las Casas; los bancos de trabajo de Roberto Owen; las cooperativas de Mondragón en España y la Fundación Social de Colombia.

Sobre el experimento de don Vasco de Quiroga, el destacado filósofo mexicano Mauricio Beuchot dice: “Para remediar el mal que se les había hecho a los indios (Vasco de Quiroga), propone un gobierno político mixto: de indios y españoles, que fue considerado como utópico. Y sobre todo, quiso poner en práctica una utopía, la de Santo Tomás Moro, y estableció los hospitales-pueblo.”

La palabra “utopía” servirá también para denominar al socialismo anterior a Marx, el cual sería llamado por él “socialismo utópico”. Se sabe que Marx y Engels tuvieron a la Utopía como libro de cabecera y “la estudiaron a fondo para rastrear en ella la corriente histórico doctrinal del socialismo, pero como veremos más adelante, Tomás Moro rechazaba el colectivismo.

La Utopía se divide en dos libros: en el primero, entre otros temas, analiza la sociedad europea y especialmente a la Inglaterra de su época; en el segundo libro describe la república utópica.

Es una obra típicamente renacentista y humanista. En ella se ven claramente elementos de estas corrientes, como son la preocupación por el hombre, por su libertad y su emancipación; el retorno a los clásicos griegos y latinos, así como el recurso a la experiencia y a los hechos; el desgarramiento y desintegración espiritual, la preocupación por lo nuevo.

Como ya se dijo anteriormente, “renacimiento” indica volver a nacer, retornar a las fuentes originales, volver a lo clásico. El humanismo es un movimiento de espíritu, a la vez estético, filosófico, científico y religioso... preparado desde largo tiempo antes por las corrientes sucesivas de la cultura medieval e intensificado por la difusión y el gusto de las obras griegas y latinas, se caracteriza por un esfuerzo... de revalorizar al hombre y su dignidad gracias a la penetración directa, real y vivificante de la cultura antigua en la moderna.

La Utopía es una obra típicamente modernista, inspirada y fuertemente fundada en la cultura occidental, grecolatina; no obstante, es esencialmente cristiana. Sus antecedentes son la República de Platón y La Ciudad de Dios de San Agustín.

En su obra Tomás Moro reproduce el relato de un “bromista”, un narrador de “boberías o tonterías” llamado Hitlodeo (del griego itleo, que significa bromear, chancear o decir tonterías), un marinero imaginario, acompañante de Américo Vespucio.

“Utopía” (procede del griego, y significa “no hay tal lugar”) es una supuesta sociedad situada en el nuevo mundo, en una isla en forma de media luna. El río que cruza la isla es el Anhidro (“el sin agua”) y el jefe supremo es el Ademo (“el sin pueblo”).

Hitlodeo cuenta maravillas sobre esa región y denuncia los males de los países europeos. Se plantea, entre otras cosas, por ejemplo, la cuestión de la creciente brecha entre ricos y pobres, algo parecido a lo que acontece en nuestros días: “...Un estado en el que lo mejor pertenece a los peores... un país en que unos cuantos individuos se reparten todos los bienes, disfrutando de las mayores comodidades, mientras la mayoría vive en miseria grande”.

Según se narra en la Utopía, las ciudades utópicas están bien organizadas y han sido planeadas perfectamente. Están constituidas por núcleos de unidades habitacionales y comunidades de producción. Los edificios de las unidades habitacionales donde viven los indígenas son cómodos, funcionales, agradables, bien decorados y con jardines.

La economía funciona maravillosamente, sin necesidad del dinero. Existe un excelente sistema de seguridad social que protege a los niños, ancianos, enfermos y a los utópicos en general. Todo mundo trabaja, y aunque solamente lo hacen tres horas por la mañana y tres por la tarde, no existe escasez de bienes debido a que no hay zánganos como en Europa. El resto del tiempo se emplea en el cultivo del espíritu y la ciencia.

En la isla se produce todo lo necesario, incluso un excedente que puede ser exportado. Todos pueden disponer de todo sin ninguna restricción o limitación, en este país no hay pobres. El egoísmo individual ha sido sustituido por el espíritu de solidaridad, fraternidad e igualdad.

Los habitantes de esta república son sumamente religiosos, pero a nadie imponen su religión; por el contrario, desean que voluntaria, racional y libremente los hombres se conviertan. A pesar de que no conocen el cristianismo, sus creencias son en el fondo las mismas de Cristo pero vividas realmente y no en apariencia como sucede en Europa. Se han convertido espontáneamente al cristianismo y esperan con ansia la llegada de los sacerdotes católicos que, según saben, son los únicos que pueden proporcionarles los sacramentos.

Consideran que la virtud es vivir según la naturaleza, y se obedece a la naturaleza siguiendo los gustos y repugnancias de la razón. Los placeres del espíritu proceden del ejercicio de las virtudes y de la conciencia de una vida buena. Su sistema legal es el más perfecto que se haya visto, ya que está fundado en un profundo sentido de justicia y reconocen una ley no escrita que deben respetar todos los hombres; sin embargo, tienen muy pocas leyes, porque creen que tener muchas es impráctico y hace imposible que todos las conozcan. En Utopía todos son expertos en derecho y pueden defender sus propios casos.

Las ciudades son dirigidas por “consejos” electos por la mayoría. Hay igualdad entre individuos de un sexo y otro, el ambiente es de total fraternidad entre los utópicos, incluyendo a los extranjeros también. Todos tienen derecho a la educación y las mismas oportunidades para el desarrollo de sus capacidades intelectuales. También tienen el mismo derecho a satisfacer un mínimo básico de necesidades, incluido el descanso, el recreo y las diversiones sanas. Así como los utópicos gozan de derechos, también cumplen con sus deberes con gusto, alegría y satisfacción.

La Utopía se ha interpretado de diversas formas; algunas veces en un sentido colectivista. Por ejemplo, en 1890 Kautsky afirmaba que la utopía de Tomás Moro era un precursor fundamental del comunismo y que su pintura socialista lo había hecho inmortal. No todo mundo está de acuerdo con esta interpretación. Existen otras opiniones:

“Quienes nos dan una recta interpretación de la doctrina comunitaria de la Utopía son H. W. Donner y W. E. Campbell”, ya que este último ve en la figura de Moro un precursor de la Rerum Novarum del papa León XIII.

Aunque no puede dar su asentimiento a todo, al final de la obra Tomás Moro dice que en la república de Utopía se dan muchas cosas que desearía ver en las ciudades europeas.

Cuando Hitlodeo afirma que no habrá forma de curar los males del cuerpo social mientras exista la propiedad privada, el mismo Moro replica que no podría vivir feliz en un régimen colectivista, porque donde las cosas se logran sin esfuerzo todos dejan de trabajar, pero no por esto opta por el individualismo. Hitlodeo responde a Moro que éste no tiene idea sobre el Estado utópico, a lo sumo tiene ideas falsas.

La conclusión que se obtiene es que Moro no opta por un modelo individualista ni tampoco por uno colectivista, sino por un sistema comunitario donde se respete la dignidad del hombre, su tesis es personalista y comunitaria. Es admirable su anhelo y deseo de justicia.

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