viernes, 24 de septiembre de 2010

6. La Filosofía Política.


¿La política debe sujetarse a normas morales? ¿La moral debe subordinarse al Estado o por el contrario éste debe subordinarse a la moral? ¿La política y la moral son independientes? ¿El fin justifica los medios?

Originario de Florencia, Italia, Nicolás Maquiavelo (1469-1521) es uno de los escritores más representativos del Renacimiento, y se le considera como uno de los iniciadores de la ciencia política moderna. El deseo más ferviente de este político e historiador era resucitar la República romana que en ese momento se encontraba dividida y se preguntaba constantemente ¿cómo hacer para que Italia se convierta en un Estado fuerte y unido como lo era la República romana, o al menos como lo es España o Francia? Para lograr su fin debía sacrificarse todo sin importar los medios, pues lo verdaderamente importante era lograr un Estado unificado y fuerte.

Era imprescindible eliminar la prudencia, la Ética, la Metafísica y la Teología del mundo de la política, y postular la doctrina de la fuerza. Esa fuerza que era necesaria para establecer, consolidar y sostener la dictadura del gobernante, del poder del gigante estatal o Leviatán.

Tales tesis son expuestas principalmente en sus dos obras más conocidas: El príncipe y Los discursos sobre la primera década de Tito Livio, esta última de carácter histórico, por la cual se le atribuye a Maquiavelo la función de la historiografía moderna.

Añoraba ese gran modelo de buen gobierno que fue la República romana, su maravilloso sistema de frenos y contrapesos, la concertación, colaboración y alianza de los tres principios de gobierno: la monarquía representada por el consulado, la aristocracia por el Senado y la democracia por los tribunos.

La recíproca independencia y dinámica confrontación de estos poderes serían una garantía para los ciudadanos. Maquiavelo creía que éstos eran los ingredientes que habían hecho grande y potente a la República romana. Pero aunque para Maquiavelo la tesis ideal era la República, se decidió por la hipótesis desesperada y pesimista del principado despótico y tiránico.

En su obra más famosa, El Príncipe, abordó la cuestión de “cómo obtener y conservar el poder” -que en el fondo es el problema de la reconstrucción del nuevo Estado italiano ocupándose además de la soberanía del “Estado”.

A Maquiavelo se le atribuye la fundación de la Ciencia Política empírica moderna. La política se desarrolla con leyes propias ante las cuales es en vano revelarse; el objeto específico de estudio de la Ciencia Política moderna es precisamente el “Estado”. Afirma en El Príncipe que él se ocupará de lo que en realidad es la política más no de lo que debe ser. Pretende conocer lo que realmente es la política, anteponiéndose a la realidad efectiva. Sin embargo, no puede decirse que su obra haya sido propiamente científica, a lo sumo se puede señalar que fue uno de los precursores de la Ciencia Política positivista moderna.

Maquiavelo trata de estudiar al Estado como lo había un biólogo, buscando descubrir las leyes que rigen su nacimiento, su desarrollo y su muerte. La Ciencia Política estudiará el mejor de los regímenes políticos, su proceso legal, cómo se produce, se conserva y mantiene por la fuerza. El método que utilizó para ello es una especie de empirismo y racionalismo práctico que consistía en la observación directa, guiada por el sentido común y la astucia. Maquiavelo cree que la vida humana está determinada por dos factores: La virtud y la fortuna.

El príncipe debe saber aprovechar la fortuna y aplicar su destreza. También debe reconocer las regularidades que se dan en las situaciones históricas. Su crudo empirismo y su naturalismo animal son la raíz de su política de fuerza, de su autoritarismo y totalitarismo. Pero no se contenta sólo con codificar la práctica política habitual, como algunos han dicho. Además toma partido, juzga, aconseja, aprueba o desaprueba.

¿Cómo debe actuar el gobernante para obtener y conservar el poder?

Según Maquiavelo, el gobernante debe ser más temido que amado, porque los hombres son ingratos, simuladores, cobardes e interesados; los hombres son siempre malos por naturaleza, por eso hay que ganárselos o suprimirlos. Debe ser como la fiera más dañina, ya que vive entre lobos. Igual que Plauto, cree que el hombre es lobo del hombre, igual que Calicles, cree en la ley del más fuerte.

El príncipe debe gobernar con la potencia de la bestia y la inteligencia del hombre. Fuerte y pérfido, debe ser mitad hombre y mitad bestia, como el centauro que es la mezcla de hombre y caballo, debe tener la fuerza del león y la perfidia de la zorra: Siendo, pues, necesario que un príncipe sepa servirse bien de la bestia, debe, entre las bestias, escoger al zorro y al león, porque ni el león puede defenderse de las trampas, ni el zorro de los lobos. Zorro hay que ser, por tanto, para conocer las trampas y león para amedrentar a los lobos. El príncipe debe sacar ventaja del lobo, de la violación de los tratados, de la traición, del crimen, de la mentira, del engaño y de la adulación.

Mientras que los premios deben darse con cuentagotas para que se disfruten más, el castigo debe hacerse rápido, pronto, de ser posible de golpe, para que no se sienta tanto. Cuando sea necesario, no hay que dudar en someter al país a un baño de sangre. Maquiavelo concibe a la política como un arte y, aunque en lo individual mantiene intacta la ética cristiana, en el terreno de la política propone: un “arte” que necesita hacer uso del mal para contrarrestar el mal, es un arte cuya obra es el Estado, el artista es el gobernante, el príncipe o el político.

La política considerada como una técnica o arte pertenece al dominio del producir, más que del hacer. Es un arte liberado de la ética, en oposición a la filosofía aristotélica, para la cual la política era esencialmente una conducta ética. Así como el escultor modela el mármol, así el político modela el poder o el Estado. La moralidad está en el pueblo, pero no en el príncipe. Su visión es contradictoria e inmoral. Asimismo, como los valores morales no pueden aplicarse en política, se extirpan por completo. El artista de la política debe aprender a ser malo, a estar por encima de la moral, su arte es supramoral.

Su tesis puede expresarse en el enunciado: “el fin justifica los medios” y como el celo por el Estado lo devora, el fin es la construcción del Estado. La perfidia y la crueldad son medios que se justifican para alcanzar el fin primario y absoluto que es el crecimiento y conservación del Estado. Más que el bien común, lo que importa es el poder, el cual parece identificarse con el bien común. Maquiavelo afirma que es el “bien lo que hace grandes a las ciudades”, lo que importa es la prosperidad y grandeza del Estado. La moralidad es inmolada a favor del bien político.

Con Maquiavelo la técnica o arte político supramoral adquiere teóricamente pleno derecho o arte político supramoral y se convierte en normas y reglas plenamente justificadas. Esta es la realidad y la verdadera moralidad del hombre político, esa es la ley de la política. Lo que hace Maquiavelo es tener conciencia del hecho, reconocerlo, aceptarlo y sancionarlo como algo normal. La inmoralidad política es un hecho normal porque lo político es esencialmente amoral. He aquí una de las más graves contradicciones latentes en su pensamiento, en el cual se percibe un desgarramiento interior: una ética cristiana en lo individual y un arte político en lo social, arte en el que lo importante es la eficacia “racionalmente calculada”.

Con tal de que no se hunda el barco y siga navegando, tira todo por la borda y afirma que por su propia naturaleza la política es inmoral, amoral o supramoral. La política de fuerza existió y existirá antes y después de Maquiavelo, “en múltiples ocasiones los príncipes y los conquistadores no vacilaban en hacer uso de la mala fe, de la perfidia, de la falsedad, de la crueldad y del asesinato; en fin, cometer todos los crímenes de que es capaz la carne y la sangre del hombre, para llegar al poder, éxito y satisfacer su codicia y ambición”.

Sin embargo, antes de Maquiavelo el crimen no se había elevado a nivel de norma, y los gobernantes por lo menos tenían razones para sentirse culpables y con remordimientos de conciencia. A partir del florentino estas razones parecen desaparecer, al menos teóricamente. Después de él los malos políticos podrán suponer que cumplen con su deber como artífices y dirigentes políticos y harán a un lado o pondrán entre paréntesis sus convicciones morales importando sólo el engrandecimiento del Estado.

Aunque no puede culparse a Maquiavelo por las acciones de los gobernantes, muchos de ellos se han inspirado en sus teorías, desarrollándose una corriente de pensamiento y estilo de gobierno denominada “maquiavelismo”. Maquiavelistas fueron: Enrique VIII e Isabel, Federico el Grande, Catalina de Rusia, Talleryand, Hitler y Mussolini. También existen algunas ediciones de El Príncipe comentadas por Napoleón. Mussolini escribió un prefacio para una edición de El Príncipe, y Hitler decía que El Príncipe era un libro indispensable para todo hombre político, que era como una purga del espíritu, ya que este libro le había liberado de ideas falsas y de prejuicios. Sólo entonces comprendió lo que era realmente la política, le abrió los ojos.

Las tesis de Maquiavelo, que implicaban esencialmente el uso “racional y artístico” del mal, serán sustituidas por el uso del mal y la fuerza, de modo altamente “irracional” de inteligencias vulgares, brutales, salvajes y nada “artísticas”. Gobernantes y gobernados se hundirán en una “ética putrefacta, que llama bien al mal y mal al bien, y que constituye el maquiavelismo común de nuestros días”. Muchos son los comentarios que se pueden hacer a la teoría maquiavélica, señalaremos algunos brevemente:
• El maquiavelismo tiende a la larga, por su propia dinámica, a destruir al cuerpo político, conduce a la autoaniquilación y tiende a corromper a todo el cuerpo social.
• En cambio, la justicia y la moral son la salud y el bienestar del cuerpo social.
• Así como la medicina lleva salud y vida al cuerpo a través de la sangre, así el veneno o el mal es causa de la enfermedad de todo el cuerpo, aunque éste se introduzca a través de un pequeño punto de la piel.
• De igual forma la civilización carga y paga las faltas y errores del pasado; sufre o goza, se daña o se beneficia, se cura o se enferma, mejora o empeora, se contamina o se mantiene sana.
• Una auténtica democracia o comunidad de hombres libres se funda en la justicia y el derecho, que es totalmente incompatible con el maquiavelismo. Esto lo tuvo muy claro De Vitoria.
• Si comparamos las tesis de Maquiavelo con las De Vitoria, resalta la verdad de las tesis de este último, quien fue ilustre maestro de la Universidad de Salamanca, en España.
• Entre el derecho, la justicia y el bien común por un lado, y la perfidia, la fuerza y la ambición de poder, por otro, sin duda habría que optar por lo primero.
• Dice don Antonio Gómez Robledo que es sobre los principios de De Vitoria en los que se ha construido con espantosas peripecias el Estado y la comunidad internacional y no sobre los de Maquiavelo, del cual sus teorías han sido refutadas por las acciones desinteresadas de un pequeño e imperceptible hombre: Gandhi.
• Maquiavelo tiene una visión idealizada, estrecha y deformada de la historia y de la República romana. Cree en la ley del eterno retorno, según la cual se vuelve siempre a formas analógicas y degeneradas de gobierno.
• Al generalizar la experiencia de su época y de su país, no comprende cómo la corrupción condujo a la República a convertirse y degenerar en un imperio. No entendió que cuando se dejan de lado las virtudes y la moral en el arte de la política, se corrompe todo el cuerpo social: fue así como se corrompió la República romana.

A la larga, el Estado Maquiavélico termina siendo víctima de sus propios errores, ya que la injusticia se vuelve contra el que la comete. Así podemos constatar, al transcurrir el tiempo, que el maquiavelismo no tiene éxito, como no lo tuvieron los totalitarismos, llámense fascismo, nazismo, estalinismo.

A través de la historia hemos visto que ha habido un progreso jurídico y moral de la humanidad. La justicia y el derecho han ido impregnando la comunidad humana, muy lentamente si se quiere, contrario a lo que decía Maquiavelo, pero el autor de El Príncipe no tuvo ojos para percibir este proceso.

Con los argumentos de Maquiavelo bien puede justificarse el uso nefasto de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki o la actitud que asumieron muchos conquistadores. Maquiavelo confunde el bien con el mal, incluso parece contradecirse pues el fin nunca justifica los medios. Para que un acto sea bueno deben ser buenos la intención, el objeto y las circunstancias.

El Estado no es una simple obra de arte sino el resultado de conductas humanas que pertenecen al dominio de la Ética y el derecho, la ley moral es la misma para el individuo y para la sociedad, no hay una ley para el individuo y otra para el político.

Si el hombre es malo lo es sólo accidentalmente, pues en realidad es esencialmente bueno y perfectible. Perfectible quiere decir que puede mejorar o también degradarse, realizar actos buenos y actos malos, pero por naturaleza tiende a su pleno desarrollo, al bien.

La autoridad sólo se justifica por el bien común y el fin de la política es el bien común. En un Estado de derecho, el Estado está sujeto a la ley. Sería ilógico que el fin de la política fuera el mal común, el poder del Estado fundado sólo en la fuerza bruta no es legítimo.

sábado, 18 de septiembre de 2010

5. UTOPÍA


Muchos son los problemas que ha sufrido la humanidad y entre todas esas dificultades encontramos una que parece haber inquietado a los filósofos de todas las épocas: encontrar un sistema social adecuado a la naturaleza humana, la de una sociedad justa, ideal o mejor, para el hombre.

Frente al despotismo de los gobernantes, la banalidad y la corrupción pública, el desenfrenado deseo de poder, dominio y riqueza, los filósofos se han preguntado si no es posible modelar y construir una sociedad perfecta en la que se superen las grandes deficiencias observadas en la realidad social, política y económica.

Es así como se han aventurado a diagnosticar y a criticar los males y problemas de la sociedad que les ha tocado vivir, proponiendo modelos ideales de sociedades nuevas más justas y humanas a la luz de los principios filosóficos. No todas sus propuestas han sido lo suficientemente realistas, unas han sido más viables que otras.

Desde la época de la antigua Grecia el pensamiento filosófico se ocupó de esta problemática, pero a partir del Renacimiento la inquietud por esos mismos problemas adquirió mayores proporciones y un nuevo enfoque, tanto por la cosmovisión humanista y antropocéntrica, como por el desarrollo de las ciencias particulares. El descubrimiento de que había “otro mundo” fue uno de los detonantes. Así, algunos pensadores se preguntaron:

¿Es posible construir en ese nuevo mundo una sociedad mejor, sin los antiquísimos lastres del viejo mundo?

¿Qué cosas podemos aprender del nuevo mundo para cambiar este mundo (europeo) en el que vivimos?

Es en este contexto que se publica en diciembre de 1516, en Lovaina, una célebre obra, la Utopía, escrita por Tomás Moro (1478-1535.) De esa fecha hasta nuestros días son muchas y muy diversas las ediciones y traducciones que se han hecho de ella. Lord Tomás Moro fue un hábil y experto político y jurisconsulto inglés de sólida formación humanista; fue canciller de Inglaterra cuando gobernaba Enrique VIII, mismo que lo mandó decapitar a causa de sus convicciones, de las que no claudicó.

La Utopía dio el nombre a todo un género de obras que se han publicado en los últimos cinco siglos. En todas ellas se cuestiona la sociedad de la época y se propone el ideal de una sociedad modelo. Como ejemplo de utopías tenemos: Querella de la paz, escrita en 1529 por Erasmo y Concordia y discordia en el linaje humano. Escrita en el mismo año por Juan Luís Vives; las dos son utopías político-pacifistas.

Del mismo Vives, en 1525 apareció una utopía social titulada Del socorro de los pobres y en 1531 una pedagógica titulada De las disciplinas. Juan de Valdés publica en 1529 una utopía religiosa, Diálogo de doctrina cristiana y en ese mismo año su hermano Alfonso, una utopía política, El diálogo de Mercurio y Carón.

En 1619 Juan Valentín Andrea escribe Cristianópolis; en 1627 Francis Bacon, Nueva Atlántida que es una utopía social científico-tecnológica; y en 1637 Tomasso Campanella también escribe una utopía social llamada Ciudad del Sol.

La lista podría alargarse hasta llegar a nuestros días con las utopías cibernéticas, las biotecnológicas y las atómico-espaciales, al grado de elaborarse un Diccionario Enciclopédico de la Utopía preparado por la Academia Utópica de Berlín.

El impacto de este texto no sólo ha sido en el terreno literario o en el de las ideas, sino que también se ha dado en el campo de la realidad e inspirado diversos experimentos sociales.

Ejemplos de estos proyectos son sin duda los hospitales-pueblo, fundados por Vasco de Quiroga en el estado de Michoacán; la república modelo de Tierra firme y Verapaz, de Bartolomé de las Casas; los bancos de trabajo de Roberto Owen; las cooperativas de Mondragón en España y la Fundación Social de Colombia.

Sobre el experimento de don Vasco de Quiroga, el destacado filósofo mexicano Mauricio Beuchot dice: “Para remediar el mal que se les había hecho a los indios (Vasco de Quiroga), propone un gobierno político mixto: de indios y españoles, que fue considerado como utópico. Y sobre todo, quiso poner en práctica una utopía, la de Santo Tomás Moro, y estableció los hospitales-pueblo.”

La palabra “utopía” servirá también para denominar al socialismo anterior a Marx, el cual sería llamado por él “socialismo utópico”. Se sabe que Marx y Engels tuvieron a la Utopía como libro de cabecera y “la estudiaron a fondo para rastrear en ella la corriente histórico doctrinal del socialismo, pero como veremos más adelante, Tomás Moro rechazaba el colectivismo.

La Utopía se divide en dos libros: en el primero, entre otros temas, analiza la sociedad europea y especialmente a la Inglaterra de su época; en el segundo libro describe la república utópica.

Es una obra típicamente renacentista y humanista. En ella se ven claramente elementos de estas corrientes, como son la preocupación por el hombre, por su libertad y su emancipación; el retorno a los clásicos griegos y latinos, así como el recurso a la experiencia y a los hechos; el desgarramiento y desintegración espiritual, la preocupación por lo nuevo.

Como ya se dijo anteriormente, “renacimiento” indica volver a nacer, retornar a las fuentes originales, volver a lo clásico. El humanismo es un movimiento de espíritu, a la vez estético, filosófico, científico y religioso... preparado desde largo tiempo antes por las corrientes sucesivas de la cultura medieval e intensificado por la difusión y el gusto de las obras griegas y latinas, se caracteriza por un esfuerzo... de revalorizar al hombre y su dignidad gracias a la penetración directa, real y vivificante de la cultura antigua en la moderna.

La Utopía es una obra típicamente modernista, inspirada y fuertemente fundada en la cultura occidental, grecolatina; no obstante, es esencialmente cristiana. Sus antecedentes son la República de Platón y La Ciudad de Dios de San Agustín.

En su obra Tomás Moro reproduce el relato de un “bromista”, un narrador de “boberías o tonterías” llamado Hitlodeo (del griego itleo, que significa bromear, chancear o decir tonterías), un marinero imaginario, acompañante de Américo Vespucio.

“Utopía” (procede del griego, y significa “no hay tal lugar”) es una supuesta sociedad situada en el nuevo mundo, en una isla en forma de media luna. El río que cruza la isla es el Anhidro (“el sin agua”) y el jefe supremo es el Ademo (“el sin pueblo”).

Hitlodeo cuenta maravillas sobre esa región y denuncia los males de los países europeos. Se plantea, entre otras cosas, por ejemplo, la cuestión de la creciente brecha entre ricos y pobres, algo parecido a lo que acontece en nuestros días: “...Un estado en el que lo mejor pertenece a los peores... un país en que unos cuantos individuos se reparten todos los bienes, disfrutando de las mayores comodidades, mientras la mayoría vive en miseria grande”.

Según se narra en la Utopía, las ciudades utópicas están bien organizadas y han sido planeadas perfectamente. Están constituidas por núcleos de unidades habitacionales y comunidades de producción. Los edificios de las unidades habitacionales donde viven los indígenas son cómodos, funcionales, agradables, bien decorados y con jardines.

La economía funciona maravillosamente, sin necesidad del dinero. Existe un excelente sistema de seguridad social que protege a los niños, ancianos, enfermos y a los utópicos en general. Todo mundo trabaja, y aunque solamente lo hacen tres horas por la mañana y tres por la tarde, no existe escasez de bienes debido a que no hay zánganos como en Europa. El resto del tiempo se emplea en el cultivo del espíritu y la ciencia.

En la isla se produce todo lo necesario, incluso un excedente que puede ser exportado. Todos pueden disponer de todo sin ninguna restricción o limitación, en este país no hay pobres. El egoísmo individual ha sido sustituido por el espíritu de solidaridad, fraternidad e igualdad.

Los habitantes de esta república son sumamente religiosos, pero a nadie imponen su religión; por el contrario, desean que voluntaria, racional y libremente los hombres se conviertan. A pesar de que no conocen el cristianismo, sus creencias son en el fondo las mismas de Cristo pero vividas realmente y no en apariencia como sucede en Europa. Se han convertido espontáneamente al cristianismo y esperan con ansia la llegada de los sacerdotes católicos que, según saben, son los únicos que pueden proporcionarles los sacramentos.

Consideran que la virtud es vivir según la naturaleza, y se obedece a la naturaleza siguiendo los gustos y repugnancias de la razón. Los placeres del espíritu proceden del ejercicio de las virtudes y de la conciencia de una vida buena. Su sistema legal es el más perfecto que se haya visto, ya que está fundado en un profundo sentido de justicia y reconocen una ley no escrita que deben respetar todos los hombres; sin embargo, tienen muy pocas leyes, porque creen que tener muchas es impráctico y hace imposible que todos las conozcan. En Utopía todos son expertos en derecho y pueden defender sus propios casos.

Las ciudades son dirigidas por “consejos” electos por la mayoría. Hay igualdad entre individuos de un sexo y otro, el ambiente es de total fraternidad entre los utópicos, incluyendo a los extranjeros también. Todos tienen derecho a la educación y las mismas oportunidades para el desarrollo de sus capacidades intelectuales. También tienen el mismo derecho a satisfacer un mínimo básico de necesidades, incluido el descanso, el recreo y las diversiones sanas. Así como los utópicos gozan de derechos, también cumplen con sus deberes con gusto, alegría y satisfacción.

La Utopía se ha interpretado de diversas formas; algunas veces en un sentido colectivista. Por ejemplo, en 1890 Kautsky afirmaba que la utopía de Tomás Moro era un precursor fundamental del comunismo y que su pintura socialista lo había hecho inmortal. No todo mundo está de acuerdo con esta interpretación. Existen otras opiniones:

“Quienes nos dan una recta interpretación de la doctrina comunitaria de la Utopía son H. W. Donner y W. E. Campbell”, ya que este último ve en la figura de Moro un precursor de la Rerum Novarum del papa León XIII.

Aunque no puede dar su asentimiento a todo, al final de la obra Tomás Moro dice que en la república de Utopía se dan muchas cosas que desearía ver en las ciudades europeas.

Cuando Hitlodeo afirma que no habrá forma de curar los males del cuerpo social mientras exista la propiedad privada, el mismo Moro replica que no podría vivir feliz en un régimen colectivista, porque donde las cosas se logran sin esfuerzo todos dejan de trabajar, pero no por esto opta por el individualismo. Hitlodeo responde a Moro que éste no tiene idea sobre el Estado utópico, a lo sumo tiene ideas falsas.

La conclusión que se obtiene es que Moro no opta por un modelo individualista ni tampoco por uno colectivista, sino por un sistema comunitario donde se respete la dignidad del hombre, su tesis es personalista y comunitaria. Es admirable su anhelo y deseo de justicia.

sábado, 4 de septiembre de 2010

4. DERECHO DE GENTES


Otro tema que ha inquietado a los hombres, a los filósofos y a los juristas es la justicia. ¿Cómo saber qué es lo justo? ¿Cuándo algo es justo? ¿Cuándo o en que circunstancias tengo derechos? ¿Cuándo se comete una injusticia con una persona o nación? ¿A qué criterio se deben ajustar las cosas y las acciones para que sean justas?

Como ya señalamos, el descubrimiento del nuevo mundo fue ocasión para que se planteara nuevamente “un conjunto de problemas morales, jurídicos y políticos, y para una revisión a fondo de las viejas formulas medievales, doctrinalmente superadas por Santo Tomás (de Aquino), en el siglo XIII, pero que seguían vigentes en la práctica. En la isla La Española, hacia el año de 1521 retumbó la voz de Antonio de Montesinos, cuestionando y perturbando la conciencia de los conquistadores al expresar:

Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible
servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muerte y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Estos no son hombres? ¿No tiene ánimas racionales?


Al retomar y reformular la filosofía de Tomás de Aquino, Francisco de Vitoria creó lo que hoy se conoce como la teoría del “estado de derecho”, del “derecho de gentes” (o internacional), de la “comunidad universal” e inclusive aportó conceptos clave y básicos a la teoría “democrática del Estado”. Tiene Francisco de Vitoria una concepción teleológica del Universo, según la cual “todo absolutamente existe por algún fin... en la que hay que buscar su razón de ser y su necesidad”.

Distingue dos órdenes: el natural y el sobrenatural, el humano y el divino; el civil y el eclesiástico, el filosófico y el teológico, el de la razón y el de la fe. Estas distinciones, tomistas en sus orígenes, recibirán una formulación más perfecta por parte de De Vitoria: los dos órdenes no se excluyen ni se contradicen, más bien, aunque son distintos, se complementan. En el hombre mismo deben distinguirse esto dos órdenes, el natural, propio de la naturaleza humana, y el sobrenatural, de la gracia de Cristo.

Para De Vitoria existen dos vidas, dos sociedades y dos órdenes jurídicos distintos: una sociedad natural, con un orden jurídico natural, un fin, potestad y autoridad también naturales y otra sociedad sobrenatural con un orden jurídico sobrenatural y un fin, potestad y autoridad sobrenatural compuesta por los bautizados. Por consiguiente, hay, pues, dos sociedades perfectas, es decir, dos sociedades que se bastan a sí mismas y entre las que no caben intromisiones. De igual forma existen dos clases de derechos: naturales y sobrenaturales; los primeros son individuales y sociales y nacen de la naturaleza humana, prescindiendo de si se es o no cristiano o de cualquier otra religión, en tanto los segundos son también individuales y sociales.

Asimismo, para De Vitoria, como para Santo Tomás de Aquino, igual que para Aristóteles, el hombre es un “animal racional”; el alma racional es la forma y el cuerpo es la materia, por lo que la esencia sustancial o la naturaleza del hombre no es sólo el cuerpo, ni sólo el alma, sino el compuesto sustancial, ya que el hombre es un solo ser, es una sola sustancia y entidad, es decir, una persona.

No son las cosas las que tienen derecho, sino el hombre; por consiguiente, el derecho se funda en el hombre, en el orden de su naturaleza para alcanzar su fin, en su racionalidad y libertad.

De la naturaleza del hombre brotan sus derechos naturales: a la vida, a la integridad corporal, a la perfección, a la propiedad común o privada, y a la libertad. Desde luego también se incluye la libertad de creencia o de religión. Ningún hombre puede ser por naturaleza esclavo. Los derechos naturales, dice Francisco de Vitoria, no se pierden por el pecado ni por motivo religioso o de infidelidad.

Entiende la sociedad como un “cuerpo social” en el que cada elemento tiene su función. Late en la concepción social vitoriana una idea organicista y solidaria, en la que “unos” ínterdependen de “otros”, todos los miembros participan de los bienes y de los males de cada uno.

Señala De Vitoria que el hombre es un ser con una naturaleza esencialmente social que tiende a agruparse, ya que aislado no puede alcanzar su pleno perfeccionamiento. Según la concepción social jusnaturalista o del derecho natural de Francisco de Vitoria, la sociedad brota espontánea y naturalmente de la naturaleza humana.

Pero la sociabilidad humana no se satisface con la familia, ya que ésta es insuficiente. Se requiere, pues, de una sociedad más perfecta, como lo es la sociedad política. Así, el hombre constituye “sociedades parciales: grupos, fratrías, tribus, ciudades, naciones, las cuales se organizan internamente y se desarrollan con independencia de las demás”.

Para comprender la concepción social de Francisco de Vitoria, conviene recordar la teoría aristotélica de las causas, según la cual se conoce verdaderamente algo cuando se conoce su causa. Existen cuatro tipos de éstas: dos son extrínsecas: la eficiente y la final, las otras dos son intrínsecas: la formal y la material. Cada causa responde a una pregunta: la eficiente responde a la pregunta ¿quién o qué ha producido ese ser?, la final, ¿para qué?; la formal, ¿qué es? y la material, ¿de qué está hecho?

Aplicado a la sociedad política, tenemos:

¿Qué o quién ha producido a la sociedad política? La respuesta sería: la naturaleza, la cual a su vez ha sido creada por Dios. Aquí hay que hacer notar dos causas eficientes: la próxima y la remota. La causa eficiente próxima de la sociedad es la naturaleza humana y la causa eficiente remota es Dios.

¿Para qué se constituye la sociedad política? Para el bien común, el cual es el fin o causa final de la sociedad. En la sociedad unos ínterdependen de otros “Unos llevan las cargas de otros”, los miembros y los órganos colaboran para el bien de todo el cuerpo, si sufre o goza un miembro, sufre y goza todo el cuerpo, el cuerpo no puede conservar su integridad sin una fuerza ordenadora que componga “todos sus miembros, unos en provecho de otros, y todos en su provecho de todo el hombre”.

En la sociedad todos participan, todos tienen una parte en la constitución del cuerpo social, unos serán pie, otros ojo, otros corazón, pero todos son parte de ella y reciben sus bienes y sus males.

¿Qué es aquello que en definitiva constituye a la sociedad política? La autoridad, facultad o derecho a gobernar es la forma del Estado o causa formal que especifica la sociedad política.

¿De qué está hecha la sociedad política? De la república, de la cosa (res) pública misma, y ésta es la causa material de la sociedad.

La autoridad nace y tiene como fin el bien común que reside en la sociedad misma. Por consiguiente, su función es dirigir a la sociedad hacia su fin, es decir, orientarla al bien colectivo. La autoridad reside como en su sujeto natural en la sociedad misma. De Vitoria no admite reyes ni emperadores por derecho divino, ya que los representantes y administradores de la autoridad la reciben directa y libremente de la sociedad o del pueblo, para alcanzar el bien común. Asimismo, su origen es directamente de derecho natural y sólo proviene de Dios remotamente, en la medida que es el creador de la naturaleza del hombre como ser social.

No existen dos potestades, una del gobernante y otra de la comunidad, es una misma; y si el gobernante abusa del poder y se olvida del bien común o lo usa en perjuicio del pueblo, la comunidad puede deponer al tirano, incluso mediante la violencia. Tanto el individuo como la sociedad tienen derechos naturales, los derechos naturales sociales no eliminan los derechos naturales individuales. Ni el individuo pierde sus derechos frente al Estado.

De Vitoria reconoce las prerrogativas del gobernante en su función orientadora del bienestar de la sociedad y de promotor del bien común, pero la sociedad conserva siempre la potestad de retirarlas en caso necesario. El hombre, la sociedad y el Estado están sometidos a una ley natural, es decir, al derecho natural, que son las exigencias implícitas en la naturaleza humana.

El derecho es el objeto de la justicia y precisamente ésta consiste en darle a cada uno su derecho, lo suyo, lo justo, la cosa o acción debida.
Al deducir las conclusiones y hacer aplicaciones inmediatas del derecho natural, surge el derecho de gentes, que es común a todas la naciones (o gentes) del orbe. Es en estos conceptos que radica la creatividad De Vitoria: un Estado que está sujeto al derecho, un derecho común a las naciones, una comunidad del orbe, un poder que radica originariamente en la sociedad o el pueblo.

Tomás de Aquino y Alberto Magno establecieron en su filosofía del derecho la distinción entre el derecho natural primario y el secundario; llamaron derecho natural al primario y derecho de gentes al secundario, a las conclusiones próximas y obvias del derecho natural.

Los derechos naturales entre los individuos son: derecho a la vida, a la integridad corporal, a la honra y a la libertad. Son derechos naturales entre naciones o derechos de gentes: la autonomía, la soberanía o independencia, la integridad territorial y la honra.

De Vitoria subrayará el aspecto internacional del derecho de gentes, el cual es “el derecho natural entre gentes o naciones como tales sin excluir ninguna”. Todos los hombres pertenecen a la misma comunidad universal, ya que tiene una misma naturaleza social que es anterior a las naciones. La relación entre éstas y la misma comunidad universal están sujetos al derecho natural y al derecho de gentes. Cuando una nación pisotea el derecho de otra, el país injuriado puede hacer la guerra para restaurar su derecho. La guerra en este sentido debe entenderse como un acto de justicia reivindicatorio. Tres son las condiciones para que sea justa: causa justa, autoridad legítima para declararla y recta intención. Por el contrario, consideró que no son causa justa de la guerra: ni la diversidad de religión ni el deseo de ensanchar el territorio ni la gloria o el provecho del gobernante.

En el caso de la conquista de América, consideró muy dudosa la justicia de la guerra contra los pueblos indígenas; planteó la cuestión de igual a igual y enfrentó los derechos naturales de los indios y de sus estados contra los derechos naturales de los españoles y su Estado. “Antes de la llegada de los españoles (los indios) eran verdaderos dueños, y aducir pecado, infidelidad o demencia para quitarles sus posesiones y gobiernos, no legitima nada de ello”.

De Vitoria dividió en dos los títulos o razones según los cuales los españoles tenían autoridad sobre los indios: los legítimos y los ilegítimos.

I. Los ilegítimos que rechaza rotundamente son:
1. La autoridad del emperador sobre el mundo.
2. La autoridad temporal del Papa sobre el mundo.
3. El derecho de descubrimiento de tierras deshabitadas.
4. La resistencia a recibir la fe cristiana.
5. Los pecados de los indios contra la naturaleza.
6. La elección o aceptación voluntaria de la soberanía española.
7. La predestinación divina.

II. Los títulos legítimos posibles y condiciones son:
1. El derecho de sociabilidad y libre comunicación
2. El derecho de propagar la religión, la protección y tutela de los misioneros.
3. El derecho de intervenir en favor de los convertidos.
4. El derecho de dar un príncipe cristiano a los convertidos.
5. El derecho de defensa de los inocentes para abolir los sacrificios humanos y el canibalismo.
6. El libre consentimiento o aceptación de la corona española debidamente garantizado.
7. Los tratados de alianza con otros pueblos indígenas.

La tutela sobre las naciones atrasadas sería tan sólo un título probable y transitorio. Estos títulos podrían justificar la intervención si se da la injuria contra el derecho de gentes de cualquier nación, sea indígena, española o cualquier otra; pero sólo son posibles y condicionados, y si no hay injuria la guerra no es justa.

Según de Vitoria a lo único que tenían derecho los españoles “era a la presencia pacífica de las tierras recién descubiertas”. Hay quienes pretenden demostrar que sus tesis son pura “ideología esclavizadora”, afirman falaz y simplistamente que de lo que se trata es de justificar la conquista. La verdad es que no todo fue bueno ni todo fue malo. “Mientras a los conquistadores les interesaba apoderarse de los bienes de los indios, a los misioneros les interesaba salvar almas... (Creían) que lo mejor que podían dar a los indios era la fe cristiana. Más aún, creían tener no sólo el derecho de ser escuchados sino también la obligación de predicar”.

Al negar el dominio universal del emperador, De Vitoria y sus correligionarios, los frailes dominicos, se enfrentaban directamente a Carlos V, quien les prohibió ocuparse de estas cuestiones sin su permiso. De Vitoria afirmó en una carta no encontrar causa alguna de justificación para hacerles la guerra a los indios, al contrario todo ha sido mal habido y exige restitución.

Aunque la intención de los misioneros de comunicar su cultura fue buena, lamentablemente los militares usaron mal el derecho a la predicación, al que convirtieron en excusa o pretexto para invadir, conquistar y esclavizar. No obstante, muchas de las tesis y principios de este gran teólogo y jurista español siguen siendo vigentes en la actualidad, y son base sólida y testimonio de la búsqueda de la verdad, la justicia y el bien común para todas las personas o pueblos.



miércoles, 1 de septiembre de 2010

3. La Reforma


La Reforma impulsada por Martín Lutero.
La Reforma es un movimiento eclesiástico, religioso y en cierto sentido cultural, que surge al interior de la Iglesia católica, impulsado por Martín Lutero (1483-1546), quien hacia 1517 en Wittenberg hace públicas sus famosas 95 tesis, las cuales son una crítica a la Iglesia católica por sus excesos, abusos y el ambiente cortesano que privaba en Roma con Julio II.
Hacia 1519 se separa de la Iglesia romana, se declara en contra de la infalibilidad del Papa y los concilios. Y aunque su crítica a la Iglesia y su replanteamiento religioso en general, se basan en las Escrituras, en 1520 la bula Exsurge, Domini condena sus errores doctrinales y en 1521 es excomulgado.
No obstante, esta reforma impulsada por Martín Lutero, y continuada relativamente por Juan Calvino es decisiva para la comprensión de mundo moderno, ya que, con esta se expusieron los abusos y excesos de la Iglesia, a la vez que negaba que el poder pontificio fuese divino. En consecuencia, la institución de la Iglesia, siendo terrenal y humana, no poseía la facultad de otorgar o negar la salvación del alma humana, puesto que ésta se conseguía por la fe en la existencia de Dios. Esta tesis justificaba su rechazo a la venta de indulgencias (perdón de las culpas cometidas a cambio de retribuciones económicas o de otra índole, tales como favores especiales a la Iglesia o con alguno de sus representantes), así como también para exigir la reforma de la Curia (gobierno de la Iglesia católica) al pedir la suspensión del celibato y algunas conductas monásticas.
Para el luteranismo, el único medio que puede proporcionar la verdad religiosa es la Biblia y su interpretación no depende del clero sino del estudio exclusivo e individual.
La reforma que propuso Lutero para la Iglesia se contempla como un subjetivismo religioso: la Iglesia no debe erigirse como un dictador que legisle y juzgue con un principio dogmático; la conducta religiosa no debe pertenecer a la institución, sino al hombre mismo.
Como eco de las teorías luteranas, Juan Calvino lleva la reforma a Francia y Suiza y añade a la misma las siguientes propuestas y afirmaciones: eliminar el culto a los santos, imágenes, reliquias, etc.; Dios bendice económicamente a sus elegidos; toda ley proviene de Dios, pero al llegar a los hombres se ajusta a las circunstancias y condiciones terrenales.
Inicialmente en Europa, Lutero y Calvino plasmaron sus ideas en libros que difundieron sus pensamientos, gracias a la invención de la imprenta por Gutenberg, instrumento indispensable para la difusión de la cultura.
A pesar del estilo satírico con que Erasmo de Rotterdam representó a la Iglesia romana (Elogio a la locura), se le aceptó como divulgador de la Filosofía cristiana, y pregonó bajo el influjo renacentista una nueva Edad de Oro, con el objeto de conciliar extremos y evitar con ello la fragmentación que se vislumbraba en la Iglesia católica con el surgimiento del protestantismo.
Mientras tanto la reacción en contra de las tesis de Lutero y Calvino no se hizo esperar. En España el movimiento llamado “contrarreforma” convocó a la comunidad católica a un concilio en Trento, Italia, con la consigna de frenar el avance del protestantismo y proponer algunos ajustes en el interior de la Iglesia.
Con el mismo espíritu combativo los miembros de la Compañía de Jesús (jesuitas) se autoconsideraron soldados de Dios, y se distribuyeron por todo el confín en labores misioneras (logrando gran influencia en el continente americano).
No podemos olvidar mencionar al famoso y temido Tribunal de la Santa Inquisición, que también hizo campaña al respecto, pero con métodos mucho más drásticos.

b) Juan Calvino continuador de la Reforma.
Pensador religioso nacido en Francia y cuya vida transcurrió de 1509 a 1564, puede ser considerado como el continuador de la Reforma protestante, impulsada inicialmente por Martín Lutero. Hacia 1533 y 1534 renuncia a sus beneficios eclesiásticos y abandona el catolicismo para profesar las tesis de la Reforma protestante. En 1536 termina de escribir su obra principal que es Institución de religión cristiana, y se convierte en líder religioso que encabeza la Reforma protestante en contra del catolicismo.
En 1559 funda en Ginebra una universidad que llega a convertirse en el centro intelectual de la Iglesia reformada. Y en su calidad de líder reformista eclesiástico y religioso, sus enseñanzas son escuchadas y respetadas por sus discípulos, como a las de un verdadero maestro.
Conforme a la doctrina de Calvino el éxito económico en la vida social del hombre, es un signo de aceptación que lo salva de la culpa y el castigo proveniente del pecado original.
Tesis ésta que según Max Weber en su texto La ética protestante y el surgimiento del capitalismo, se encuentra en las bases mismas del surgimiento del capitalismo moderno.
El siglo XVI fue tiempo de crisis, inestabilidad y angustia para el mundo europeo en general y el religioso en particular. Las prédicas que emanaban de la Iglesia no satisfacían el nuevo orden mundial y en torno de ésta se dieron tres posturas fundamentales: los que se revelan o protestan contra la Iglesia católica (Lutero y Calvino); los que pugnan por su modificación desde dentro (Erasmo de Rotterdam), y quienes reaccionan contra la rebeldía protestante (jesuitas).
Sin lugar a dudas uno de los pilares ideológicos que más influyó en esta época fue el religioso, con el cual se interpretaban de manera sumamente rígida, impositiva y unilateral, no sólo problemas de fe y salvación de almas, sino también asuntos

EXPLICACIÓN INTEGRADORA
Estado, de organización militar, de tesorería y físico, así como ético, ontológico y epistemológico.
La Reforma impulsada por Martín Lutero y Juan Calvino, llega a ser un factor de gran importancia que fracturó el poder monolítico y absolutista que económica, política y socialmente llegó a detentar la Iglesia católica durante todo el medievo. Y merced a esta reforma, por una parte en el plano eclesiástico-religioso, se comenzó a romper o deconstruir el paradigma epistémico medieval que había prevalecido durante aproximadamente mil años. Y simultáneamente esa Iglesia reformada, representaba el inicio, en el plano eclesiástico-religioso, del nuevo paradigma de la modernidad, que comenzaba a construirse. La Reforma o Iglesia reformada iniciada por Lutero y continuada por Calvino, representaba a la nueva Iglesia requerida por la burguesía emergente del capitalismo moderno y en oposición a esa antigua Iglesia medieval estrechamente vinculada al régimen feudal económico-político-social de la Edad media.
En el plano eclesiástico-religioso la Reforma es como una punta que comienza a resquebrajar al paradigma epistémico medieval. De manera que en ese entonces, a través del movimiento, opositor, de la Contrareforma la Iglesia tradicional se aferra a ese pasado medievalesco. En tanto que la Iglesia reformada representa, en ese plano, a la nueva Iglesia, al protestantismo del capitalismo moderno.
Con la Reforma, en el fondo asistimos no a un movimiento religioso, sino a una pugna que ocurría en el seno de la Iglesia católica de corte medieval, y en plena época renacentista europea, por la disputa de ese poder que excesiva y corruptamente se había ejercido durante tantos siglos. De modo que la Iglesia tradicional era signo de oscurantismo y pasado, en tanto que el protestantismo burgués era signo de capitalismo moderno y progreso que veía hacia el futuro. Es decir que la Iglesia reformada significaba el inicio de la modernidad, dentro de ese complejo contexto histórico-cultural del Renacimiento.